Charlamos con el editor argentino que, con sus ediciones y traducciones de la famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry, ha conquistado a coleccionistas y admiradores de la historia que, a casi ochenta años de su publicación, sigue convocando a grandes y chicos.
Pocos libros tienen una iconografía tan fácilmente identificable como la más famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry. Los dibujos algo naif que él realizara para la historia de El Principito son reconocidas aún por los que no han leído el libro. Lo mismo ocurre con algunas de sus frases como «Lo esencial es invisible a los ojos». Una frase que ya pertenece a una especie de saber humano y casi místico y que se transmite prescindiendo de la obra en cuestión.
Javier Merás es hoy el responsable de editar unas ediciones muy particulares de El Principito. Con su editorial Los Injunables ha irrumpido en un mundo de coleccionistas y fanáticos del famoso niño y ha dado a luz toda una serie de ejemplares que deleitan en más de un sentido. La originalidad detrás de cada edición es el elogio mínimo que se les puede hacer. Una traducción en ese habla coloquial y prácticamente tomada a la broma como es el rosarigasino o en una lengua que aún define su propia organicidad y gramática como el aimara, son obras producto del tesón la imaginación de un hombre con una fuerte conciencia literaria y estética.
Ese espíritu emprendedor, casi aventurero, es el que ha tomado una obra ya canónica y le ha dado vueltas y revueltas hasta encontrarle nuevos sentidos. Y esto le ha valido reconocimientos como que sus prototipos figuren en los fondos de la Colección Cervantina de la Casa Ronco (ubicada en la ciudad de Azul de la Provincia de Buenos Aires, es la mayor colección de ediciones del Quijote en el mundo), en el Cervantes Project Texas A&M University (Estados Unidos) y en el National Museum of Ethnology (MINPAKU, Osaka-Japón).
ULRICA: ¿Cómo surgió la inquietud de trabajar sobre El principito y sus diferentes traducciones?
JAVIER MERÁS: En Los Injunables empecé en 2008, desde eBay, ofreciendo primeras ediciones. Llegué a ese libro buscando justamente un nicho que permitiera sobrevivir a mediano plazo. Ya se había hecho la transcripción al toba en nuestro país (realizada por Florencia Tola en 2005) y tuve cierta expectativa de que podría ir por ahí. Por fortuna la tienda acabó por identificarse con la curiosidad bibliográfica más que con piezas de gran valor. Ediciones miniatura del tamaño de un dedal, algo de cervantismo, biblias en lenguas indígenas, efímera, cosas así. Una demarcación. Con el tiempo, aprendí a distinguir lo esencial de lo accesorio y empezaron los años de prédica. Opté por divulgar lenguas mestizas argentinas de nuestro país y probar con lenguajes de código de información, que leyeran los smartphones, pero volcados al papel. También fuimos a editar libros a las cárceles más de un año. Estas publicaciones «injunables» definieron al fin su público, algunas con mayor suerte que otras.
U: ¿Cuántas ediciones lleva El principito y qué es lo que buscan sus coleccionistas?
JM: Las voces del principito y sus devotos, que se propagan por contagio en todos los países, no tienen explicación cómoda. Es la obra literaria más traducida de la historia. Ahora andamos por las 500 variantes, entre idiomas, dialectos, códigos auxiliares y lenguas planificadas. Es una escuela de autoedición, que no deja de crecer y que descubrió en Internet una carga mística y un redentorismo insólito. Creo que el coleccionismo aspira a una totalidad. A veces causan gracia sus pesquisas desbordantes y sus observaciones. Pero hay que aceptar que ahonda la percepción de las cosas. Sabe prestar atención, preservar, clasificar y poner el arte en evidencia. Los coleccionistas mejoran el mundo.
U: Más que admiradores de Saint-Exupéry, ¿tenemos coleccionistas de idiomas entonces?
JM: Correcto, un buen resumen.
U: ¿Cuáles serían las ediciones recientes?
JM:Hace poco pude localizar un texto publicado post-mortem de Saint-Exupéry, escrito en trance por una medium brasilera conectada al espíritu del escritor; estuvo a la venta en Los Injunables. Ta’pu mach (2018) es un principito publicado en klingon, lengua de la saga de Star Treck. Finalmente supe de una transcripción en una ideolengua vertebrada en torno al taoísmo (Jan Iawa lili, 2020). Se llama toki pona y sirve para comunicarse con un esfuerzo mínimo: en 14 fonemas y 120 vocablos. Si estamos viviendo dentro de una alegoría semiótica de Umberto Eco, todo lo que leamos de aquí en más podemos considerarlo secuela de La Ilíada, comenzando por La Eneida. O variantes del libro apócrifo de Avellaneda, donde don Quijote no muere y acaba encerrado en el manicomio de Toledo, popularmente conocido como Casa del Nuncio.
U: ¿Qué aspecto vuelve a esta obra inmortal?
JM: Es un clásico aún mirado de reojo, como fue Martín Fierro en su época. Tiene una iconografía ya fijada que produce el mismo efecto de recogimiento que generaba el Corazón de Jesús en el pasado. Y alimenta pasiones desmedidas; puede que acabe siendo una obra religiosa. ¿Quién iba a pensar que un libro ilustrado del olvidadizo Saint-Exupéry calaría tan hondo para perdurar sobre la obra entera del gran Jean Paul Sartre, su contemporáneo, que ya transita su posteridad sin lectores?
U: Hablamos de forma particular, de la relación que existe entre Argentina y El principito. ¿Por qué no le contás a nuestros lectores sobre ella?
JM: Buenos Aires se convierte a partir de 1930 en el centro de la industria editorial del continente. Bonifacio del Carril es traductor de la primera edición en castellano, hecha por Emecé en Argentina, como todos saben, en 1951. Ese título que elige, El principito, es un neologismo. Se lo saca de la manga. Cada vez que decimos principito estamos cayendo en una licencia poética del traductor argentino, una forma nueva. Hubo versiones castellanas posteriores, en México, en Colombia y en España, todas restitutivas, que optaron por la traducción literal del francés, El pequeño príncipe. La propuesta rioplatense parece que es la que va a perdurar, sobre todo en los países no hispanohablantes. Bonifacio firmó esa partida de nacimiento, y ya no se puede cambiar.
U: Hemos visto que ya han sido editados Principitos en aimara o en tsotsil (¡incluso en rosarigasino!), y que ponés especial atención a la tipografía. ¿Cuál es el criterio para esta selección y cómo es el proceso creativo?
JM: Chi’in Ajvalil, la versión tsotsil de Xun Betan, cuenta con tipografía propia. Carolina Giovagnoli (Huerta Tipográfica) diseñó en exclusiva para ese libro la Andada HT Pro Tsotsil una familia tipográfica que permite transcribir lenguas aislantes o monosilábicas sin separar las palabras. El diseño editorial de Pirinsipi Wawa, la traducción aimara de Roger Gonzalo Segura, estuvo a cargo de Fabio Ares. La portada y otros detalles del interior fueron hechos en base a la reconstrucción digital de las letras y viñetas de la Imprenta de los Niños Expósitos (primera y muy famosa editorial argentina de tiempos coloniales). Fabio logró rescatarla hace unos años en uno de sus asombrosos trabajos de campo. El plan de trabajo es casi siempre a distancia, y puede durar un par de años largos hasta que está listo para publicar.
U: ¿Cuál es la edición que más satisfacción te trajo?
JM: Los principitos y quijotes braille salidos del penal de Ezeiza. No me quedé ejemplares. Las circunstancias que atesoran cada uno de esos manuales nos hizo partícipes de una pequeña historia de redención.
U: Uno de los primeros libros que editaste fue una compilación de sentencias de El Quijote en quichua santiagueño, ¿te gustaría trabajar en otras obras además de El principito?
JM: El médico rural argentino Laureano Maradona tiene la mayoría de su obra científica inédita. Son varios volúmenes de antropología, flora y fauna. Los compiló mientras ejercía su profesión de forma altruista entre los indios, viviendo de forma modesta, en un paraje de Formosa. Están ilustrados de su mano; no sé si es mucho pedir.
U: ¿Qué futuras ediciones imaginás de El principito o cuál te gustaría que sea su alcance?
JM: Con el amigo Jaume Arbonés, el más heroico de los coleccionistas que he conocido, quisiera ayudar a concretar una guía para bibliófilos de las primeras ediciones. Jaume asegura que viendo dónde y cuando se publicaron las traducciones desde 1943 se puede entender la segunda mitad del siglo XX. En 1978 en Afganistán, los muyahidines entraron en la casa del traductor en lengua dari y quemaron todos los ejemplares que quedaron. Tiene registro de vicisitudes de este tipo, que deberían estar plasmadas en una obra. También hay esperanza de colaborar con el lingüista Luis-Miguel Rojas-Berscia. Trabajó siete años en la gramática de la etnia shawi, en el Amazonas peruano; sería interesante volver a Perú, donde encontré buenos amigos, con ese fin.
El Principito en las distintas ediciones publicadas por Los Injunables:
El Principito en texto borrado
(solo se han dejado las ilustraciones
y los signos de puntuación), es su
última y más original apuesta editorial.
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