Por Jesús De la Jara
Louis-Charles-Alfred de Musset nació el 11 de diciembre de 1810 en París. Renunció a sus estudios en derecho y medicina para volcarse a la actividad literaria. Su padre había editado las obras de Rousseau y su abuelo fue poeta y editor. Ingresó a los 17 años al llamado Cenáculo romántico y a las reuniones que dirigía Charles Nodier en la Biblioteca del Arsenal donde conoció a los escritores de su generación como Víctor Hugo.
En sus primeros años, compuso unos poemas que son bastante apreciados hasta la actualidad (Rolla, Noches o Cuentos de España y de Italia), también muchas obras de teatro muy famosas, cuentos y novelas. Proveniente de una clase acomodada, tuvo problemas con el alcohol que nunca pudo resolver. Esto unido a una grave enfermedad cardíaca y a la vida disipada que tuvo lo llevó a una muerte prematura a los 46 años. Logró ser condecorado con la Legión de Honor y ser miembro de la Academia Francesa.
Su estilo es brillante, delicado, muy culto y posee una extraordinaria comprensión de su época y de los sentimientos. A pesar de ello, se consideraba un escritor flojo, no hecho para la rutina que le daba verdadero horror. Era además ocurrente y esto lo expresa en sus dibujos. Musset gustaba de dibujar, a veces de forma caricaturesca, a sí mismo y a otros personajes como George Sand o Stendhal.
Precisamente, el libro que vamos a reseñar, tiene mucha relación con George Sand (Aurore Dupin). Ambos tuvieron una intensa relación amorosa. Conforman una de las parejas literarias más famosas de la historia. Ella, muy hermosa y con un renombre literario ya forjado y él, un joven dandy, menor que ella, pero con una vida muy bohemia. Su correspondencia y múltiples testimonios hablan por sí solos de la pasión y trascendencia que tuvo el encuentro de estos dos seres realmente extraordinarios. Un día, se produjo la separación en circunstancias penosas. Nace entonces el proyecto de Las confesiones de un hijo del siglotras su ruptura en Venecia en marzo de 1834. Mucho se ha dicho de las causas o consecuencias de la separación. Sand escribió un libro, luego de la muerte de Musset, titulado Elle et lui (Ella y él) donde contó su punto de vista de la relación de manera ficticia. A éste le siguió una contestación en Lui et elle (Él y ella) escrito por Paul de Musset, hermano del escritor. Hay, en resumen, material de sobra para los interesados.
Un auténtico libro escrito con la más grande necesidad catártica fue Las confesiones de un hijo del siglo. Musset deseaba volcar sus sentimientos, sus decepciones y reflexiones luego de la separación definitiva con su amada en esta novela autobiográfica. Le escribió numerosas cartas antes, explicándole que no era su intención hablar mal de ella sino enaltecerla ante el mundo.
El inicio es deslumbrante. Empieza hablando de lo que tan bien tocó Stendhal en Rojo y Negro: la situación de los niños que nacieron durante el imperio napoleónico que, una vez llegados a jóvenes casi adultos, se encontraron con una Francia muy diferente que les imponía nuevas modas e incluso nuevas escalas de valores.
Esto es lo que el autor llama «el mal del siglo». Aquí es abordado de forma inequívoca y no creo que haya otra descripción mejor que la de este libro. Posteriormente, comienzan las aventuras del protagonista Octave, en realidad, el propio autor. El relato se hace en primera persona, voz tan utilizada por el Romanticismo. Es, como han apuntado algunos, una novela de crecimiento. Octave conoce a su amigo Desgenais quien lo introduce en la parte «inmoral» de las relaciones con las mujeres y ahí incluso también las reflexiones que surgen son imperdibles. Luego, viene un acontecimiento cardinal en la vida del personaje pues conoce a Madame Pierson, Brigitte, quien es una idealizada representación de George Sand. Y aquí tenemos este gran lío amoroso entre dos personas que, parece, no saben lo que quieren. El personaje masculino inmaduro, voluble y apasionado, y la mujer deseada enaltecida y mitificada.
Aunque las relaciones agobiantes pueblen la literatura, Musset tiene mucho que decir, incluso ahora, a través de estas páginas. La delicadeza con que aborda hasta la decadencia del joven Octave, las manifestaciones de desborde emocional de ambos y la lucidez de sus propios apuntes psicológicos hacen de esta obra una real expresión de la juventud de su tiempo y con ello, de seguro, de algunos matices de la juventud de todas las generaciones. Quizás nosotros también seamos hijos de nuestro siglo y algunos lo firmen con sus bellos o tristes recuerdos, igual de orgullosos, en algún libro.
Novela histórica, con elementos autobiográficos, publicada en París en 1836 por el editor Félix Bonnaire.
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