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Stanisław Lem, centenario

Por Bárbara Gill Żmichowska y Luciano Páez Souza


Ilustra Mirabella Stoor

Buenos días, maestro. Son las cuatro de la mañana y en su casa del suburbio de Cracovia todo es sueño y silencio. El único sonido es el golpeteo de los tipos metálicos que saltan y caen, acompasados, en su máquina de escribir mientras hacen aparecer en el papel profundos conocimientos sobre tecnología y ciencias exactas, repletos de fantasía, plagados de peripecias; y con mucho, mucho, humor.

El niño rico nacido en Leópolis en 1939 que se leyó toda la biblioteca familiar y nunca paró de hacer experimentos, el casi médico, el sobreviviente y el desarraigado por la Gran Guerra, el agudo pensador del hoy y del mañana, el que describe las espinas de las flores que todavía no nacieron, el amigo leal y divertido: toda su historia y toda su realidad parecen disfrazarse y con una graciosa acrobacia saltar de la máquina e impregnarse en el papel.

Alguien quiso decir que lo suyo era la ciencia ficción, pero no la pura ciencia de Asimov o la casi pura ficción de Bradbury, aunque pronto se supo que usted se escurre de toda clasificación y que ninguna es necesaria para afirmar que con una pícara carcajada, única e irrepetible, aterriza de lleno en ese lugar de la biblioteca destinado para la gran literatura. Su estilo es excepcional, y curiosamente no encuentra comparación: una prosa que sabe entrelazar las palabras más sofisticadas («literarias») con las expresiones más cotidianas («de la calle»), y que recupera esos términos arcaicos, como para fijarlos en letra de molde por última vez. Sus diálogos rebosantes de credibilidad son de lo más parecido a una escucha real que se pueda leer. Sus descripciones parecen descansar sobre los pilares de la poesía, y con tanta precisión y lógica que muchas veces el paso del tiempo las ha vuelto una premonición. Cada elemento de su escritura se articula creando lúcidos e inspiradores artefactos literarios que apuntan al futuro de la humanidad con suma belleza.

Maestro, ¿cuántas noches le llevó imaginar El congreso de futurología? Sé que la escribió en 1971 y que tan solo treinta años después la película Matrix se animó a seguir su huella. ¿Y de dónde viene ese pesimismo suyo tan particular que a un paso antes de la desesperación prefiere escapar con la risa, y que nos alegra la lectura de los relatos que aparecen en la Ciberíada, que desde 1967 asombra y vuelve a asombrar a cualquier generación de lectores y lectoras? Ahí ya no hay humanos en absoluto, las máquinas los han sobrevivido porque son casi eternas; sin embargo, han heredado nuestras mejores luces y nuestros más sórdidos vicios. Dos máquinas como dioses capaces de crear planetas habitados dentro de los límites de una caja, con el poder para destruir galaxias en un parpadeo, pero que aun así no dejan de ser fieles, mentirosos, crueles, ingeniosos, inteligentes, obtusos, absurdos, creativos, burlones, divertidos y tanto más.

Usted sostenía que Ciberíada era su mejor obra, y a pesar de que tantas otras también me resultan extraordinarias, estoy de acuerdo con su sentencia. Esos relatos expanden todo tipo de fronteras: las de la imaginación, las de las ciencias aplicadas, las del abordaje de los temas esenciales a la condición de humanidad. Gracias, maestro, por habernos dado a esos amigos robots, Chancletacio y Verdcañol, constructores competentes y competitivos, que por los meandros de las más de 400 páginas llevan el ritmo de las historias que se despliegan una dentro de otra en esta casi Mil y una noches polacas, y que no dejan que decaiga el interés y alimentan el intelecto y el espíritu con tanta abundancia.

Su obra la han traducido a más de cuarenta idiomas, imagino que con calidades diversas, pero también es seguro que su genio ha trascendido esas contingencias y ha deslumbrado (iluminado) a millones de lectores. Sin embargo, es más conocido todavía por las versiones cinematográficas de su Solaris, escrita en 1961. Es sabido que no le gustó la película de Tarkovski de 1972; y por su salud espero que no haya visto el film de Soderbergh de 2002.

Más allá de inquietantes planteos sobre la materialización de los sueños, el gran tema que domina toda la novela es la comunicación, y no solo su posibilidad entre especies, sino aun entre humanos. Al finalizar la lectura me pregunto si todos terminamos de la misma forma, ¿esperanzados después de tanta batalla interior, sufrimiento y esfuerzo?

A un hombre de su tiempo, como usted, no se le ocurría escapar a la realidad. Y la realidad era la Cortina de Hierro y todas sus limitaciones, el sistema comunista y todas sus carencias, burocracias, tonterías y amenazas. En su vida personal supo aprovechar ciertos intersticios y llegar a ser propietario de una casa, un auto y algún que otro dinero ganado fuera de Polonia. Todo eso le costó muchísimo esfuerzo y bastante tiempo, y seguramente muchas cavilaciones sobre el cómo. ¿Y qué hace un escritor con todo eso? Lo transforma en obra, y así su máquina tipeó las Memorias encontradas en una bañera, un volumen de 1961 en el cual presenta distintos aspectos de la realidad político-social de la Polonia de posguerra bajo el ropaje de una fantasía asfixiante, muy próxima al maestro Kafka. Cosa curiosa que este libro se haya escrito en simultáneo con Solaris... Y no sería el único. Usted solía sentarse al volante de su auto y viajar a la hermosa Zakopane, en los Tatras, y allí enclaustrarse en la Casa del Escritor, escribir y escribir, alternando solo con jornadas de esquí, si la temporada lo permitía. Esos «retiros» siempre le resultaron muy productivos, y al regreso traía y mostraba (como tesoros de viaje) sus producciones a los amigos, sin desprecio de una buena comida y una mejor bebida.

Maestro, ¿fue muy distinto escribir ensayos que ficción? «Una obra monumental» o «un aporte fundamental para la humanidad» son frases que se repiten, como con Summa technologiae, que la escribió en simultáneo con Fábulas de robots y El Invencible. Fue en 1964; a los 43 años semejante capacidad de trabajo y madurez en las ideas... Esta Summa, extraordinaria serie de ensayos filosóficos sobre los avances, aportes y posibilidades de la técnica, hoy en día sigue siendo no solo vigente, ¡sino imprescindible!

Oiga, maestro, ¿y a quién inmortalizó en sus personajes? Sabemos que en Ciberíada uno de los protagonistas es usted mismo, ese robot racional y cuestionador es casi-casi su retrato. Es probable que alguno que otro será un collage de sus amigos –y enemigos también. ¡Ah!, ¿quién habrá contribuido para ser Pirx?

Es difícil encontrar un protagonista como Pirx, que en el primer cuento de Relatos del piloto Pirx es un cadete de la escuela de cosmonáutica, y en el último ya es un comandante de mediana edad, algo anticuado y sobreviviente de unas cuantas aventuras. Y es que Pirx no es un superhéroe que se las sabe todas, ni un antihéroe que recibe todas las piñas del destino; no, Pirx es un pibe «bondadoso», nada brillante, pero con una sensatez a toda prueba y con un ingrediente apreciable en todos los tiempos: la suerte.

Y ya está bien, yo podría estar bla y bla sobre usted, su obra y su genio, pero permítaseme mandarlos a todos a... ¡leer y nutrirse, y divertirse, y pensar con sus libros entre las manos!

Buenos días, maestro. Son las cuatro de la mañana y en su casa del suburbio de Cracovia todo es sueño y silencio. El único sonido es el golpeteo de su máquina de escribir. Los tipos metálicos saltan y caen al compás. Sobre el papel aparecen...



 

(Buenos Aires - Argentina) Bárbara Gill Żmichowska. Traductora de literatura polaca. Soy argentina, pero mi lengua materna fue el polaco. Cursé en simultáneo la primaria, secundaria y estudios universitarios en castellano y en polaco. Amo ambos idiomas y trabajo para acercar una literatura – que tiene cinco Nobel – a los lectores de mi país.


(Buenos Aires - Argentina) Luciano Páez Souza (lector, editor), nació en Rawson en una cuna de libros patagónica, donde mamó el oficio del seno de una familia dedicada a la edición y al arte. Desde que era un adolescente ha trabajado para diversas editoriales. Su formación académica en las ciencias biológicas, en apariencia opuesta, ha resultado el complemento idóneo para su desarrollo profesional y humano. Actualmente edita en interZona y trabaja para que la lectura ocupe un espacio cada vez mayor en nuestras vidas.

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