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Recortar

Actualizado: 9 ene 2023

A modo de editorial


Año II - N°22


Las diversas crisis locales o globales son siempre la excusa perfecta para que el Estado desatienda cuestiones que le generan más gastos que votos. Esto es una verdad de Perogrullo en muchos países latinoamericanos. ¿En qué momento de zozobra no se han hecho recortes presupuestarios? Las excusas son floridas: la pandemia, la guerra, la deuda. Sin embargo se muestran menos originales a la hora de elegir a los recortados. La cultura suele ser víctima de la voraz tijera.

La inversión en la cultura es un arma de doble filo. Por un lado se gasta dinero que no rendirá frutos electorales a corto plazo. Por el otro, las sociedades criteriosas, educadas, suelen ser más críticas y menos conformistas. ¿Quién puede querer lidiar con semejante pueblo?

En este momento, la crisis institucional y los efectos de la post-pandemia y la invasión de Ucrania dejan de lado cuestiones que amenazan a la actividad cultural en Argentina. La creación de un Instituto Nacional del Libro perdió estado parlamentario y aunque diversos actores del área (escritores, periodistas, editores, e incluso esta publicación) se hicieron oír, el asunto quedó en la nada. Otros reclamos históricos de las editoriales (sobre todo del campo independiente), como la problemática que rodea a la producción y comercialización del papel, siguen llegando a oídos sordos.

En estos momentos está por entrar en vigencia el inciso b) del artículo 4° de la Ley 27.423 (aprobada en 2017), que afectará a todo el panorama cultural en general. En concreto los actores culturales corren el riesgo de perder el beneficio a subsidios que están contemplados y amparados desde 1973. Las más afectadas serán la industria del cine, del teatro y las bibliotecas populares de todo el país. Y, teniendo en cuenta la distribución poblacional, la inflación, la pobreza y demás cuestiones, ponen en peligro la existencia de estas últimas. Sin esos subsidios muchas se verán obligadas a despedir a su personal e incluso a cerrar. Y una biblioteca popular es el corazón cultural en los pueblos y ciudades alejadas de los grandes centros urbanos. He ahí la gravedad del asunto.

El artículo en cuestión entrará en vigencia a partir del 31 de diciembre de 2022. Tenemos tiempo de revertirlo. La política, dicen que decía Aristóteles, es el arte de lo posible. Hay que ver si hay voluntad e interés en que algo sea posible.



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