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Pablo De Santis: autor de enigma

Foto del escritor: Ulrica RevistaUlrica Revista

Entrevista - Edición N42 - 43


Para esta edición doble conversamos con Pablo De Santis, uno de los grandes autores argentinos contemporáneos. Hablamos sobre su nueva novela La cabalgata de las valquirias (Seix Barral, 2024), sobre el género policial y sobre literatura.




En Argentina el género policial siempre tiene vigencia. No es algo aislado al contexto rioplatense: basta ver la cantidad de series y docuseries sobre detectives, crímenes y casos policiales resonantes que proliferan en las plataformas on demand. En la literatura, el policial es una fuente inagotable donde abrevan los más diversos autores y de la más diversa calidad.

En nuestro ámbito geográfico, Borges y Bioy Casares, principalmente, cambiaron el paradigma del gusto lector de los argentinos. Lograron que estos dejaran de lado el policial francés por el de enigma, aquel popularizado por autores británicos como Chesterton, Conan Doyle o Agatha Christie. Una novela como Los que aman, odian de Bioy y Silvina Ocampo, aunque un poco como parodia del género, también contribuyó a ese puntapié inicial que cambiaría el foco de la literatura policial en Argentina. Y Pablo De Santis, el escritor más relevante del género en nuestros días, se inscribe en la tradición.

Autor prolífico, está lejos de cultivar una imagen pública estridente. Digamos, en criollo, que no le gusta el show de ser un escritor popular y best seller. Más bien es fácil imaginarlo en la comodidad de su casa, leyendo y escribiendo. Pero no es, tampoco, un escritor ermitaño, un Thomas Pynchon rioplatense. Su trato lo distingue como una persona sencilla, entrañable, con sentido del humor y una mirada global sobre la literatura y sobre el mundo.

Es esa mirada sobre el mundo lo que lo lleva a explorar, en su obra, rincones oscuros del alma humana. El crimen es una realidad y el homicidio es aquel extremo que sin embargo no es ajeno a la cotidianeidad humana. Y en ese extremo Pablo De Santis busca algo esencial que en el discurso contemporáneo causa rechazo: la verdad. No solo la verdad del delito sobre el que gira la trama de una historia, sino una verdad compleja e inabarcable. En su nueva novela, La cabalgata de las valquirias nos sorprende con giros aún no vistos en su obra pero mantiene incólume su vocación de autor universal.


ULRICA: La cabalgata de las valquirias está ambientada en la Patagonia en los años en que las cenizas volcánicas cubrían el paisaje. ¿Por qué elegiste ese escenario? ¿Qué elementos le brindó a la historia?

PABLO DE SANTIS: Para los que vivimos en ciudades alejadas de cualquier montaña (en mi caso, y en el tuyo también, Buenos Aires) los volcanes encarnan algo misterioso. No solo por la destrucción que sugieren, sino por el hecho de que algo emerge desde el fondo de la tierra y llega a la superficie, como si fuera un mensaje de otro mundo. Me gustaba además que los personajes vivieran en un momento donde la mayoría de las rutinas habían sido alteradas por la ceniza volcánica: un paisaje sin vuelos, sin turistas, y con el miedo a los problemas físicos que podía traer la ceniza. Tengo sobre mi escritorio (que es en realidad el pie de hierro de una máquina de coser Husqvarna), a modo de talismán, una piedra volcánica que recogí en un viaje a Villa La Angostura después de la ceniza.




U: Leímos que hay una anécdota de tu niñez que influyó mucho en esta novela. ¿Podés narrarla para los lectores de Ulrica?

PDS: Fui a Bariloche por primera vez cuando yo tenía nueve o diez años. Nos alojamos en una hostería que se llamaba Las amapolas. Había un ruso que era un amigo del dueño, y se decía que era un noble que había huido de Rusia durante la revolución. Era un hombre muy mayor, casado con una mujer mucho más joven. Pescaba y cazaba y dormía a la intemperie. El nombre de la hostería pasó a La cabalgata de las valquirias: aparecen amapolas en los bolsillos de las víctimas.


U: Dos policías son los encargados de resolver el misterio de los asesinatos que se suceden en Pueblo Blanco. Hay, a su vez, una subtrama en la rivalidad entre ambos. Son personajes muy complejos. En el policial clásico, por lo general, los que investigan están fuera de las fuerzas policiales. ¿Qué efecto buscaste al colocarlos en el centro de la escena?

PDS: Hay un autor que hoy está un poco olvidado y que me encanta: Ed McBain. Fue el primero en ambientar sus tramas en una comisaría, con un grupo de detectives que tienen sus problemas personales. Sus novelas ocurren en la imaginaria ciudad de Isola, una trasposición de Manhattan. Sus policías no son unos grandes genios de la investigación: son gente que hace su trabajo tan bien como puede, mientras lidia con la vida cotidiana. De todos modos, aunque no son frecuentes los policías en las ficciones argentinas, hay algunos casos, como Evaristo en la historieta de Carlos Sampayo y Solano López, o el comisario Laurenzi de Walsh o Don Frutos Gómez, en los cuentos de Velmiro Ayala Gauna, o el personaje que hacía José Slavin en la serie División homicidios y que escribían Plácido Donato (que además de escritor era policía) y Marco Denevi. En La cabalgata de las valquirias quise hacer algo más realista, algo en cierto modo ajeno de lo que me sale más naturalmente, que son mundos fuera de la realidad, como el que habitan los detectives de El enigma de París o el de los asesinos de Academia Belladonna.


U: El policial es un género que no pierde vigencia. Queda más que demostrado, no solo con la literatura que sigue circulando, sino con la gran cantidad de series que fueron y son muy populares. ¿Qué creés que busca el consumidor de policiales en ese género?

PDS: Frente a un mundo donde no tenemos respuestas para muchas preguntas, el policial plantea una pregunta y al final la responde. Hay algo de consuelo. Es como completar un crucigrama o el sudoku. Todo el tiempo estamos recibiendo de la sociedad y, sobre todo, de la cultura un mensaje que dice: no hay verdades, solo opiniones, solo interpretaciones. El género policial, en cambio, no quiere saber nada con ese escepticismo obligatorio, y nos dice que sí hay respuestas, que sí hay un modo de conocer la verdad.


U: Como lectores nos da la impresión de que, además de ser un gran escritor de policiales, sos un gran lector. ¿Cuáles son tus autores favoritos dentro del género?

PDS: Me crié leyendo a Agatha Christie, porque mis padres habían leídos muchos de sus libros en su juventud. La sigo leyendo todavía: como uno se olvida de las tramas, las novelas siempre son nuevas, aunque sea viejo el lector. Después descubrí a Chesterton. De chico me encantaban las novelas de Erle Stanley Gardner, pero les perdí el gusto con los años. En cambio, las de Simenon, que de adolescente me parecían aburridas, luego me encantaron. En la casa de mis padres, los libros policiales estaban en un cuartito que daba a una terraza, y compartía el espacio con las herramientas de mi padre, con la tabla de planchar y con los juguetes. También con los libros de poesía que mis padres leían en su juventud: Alfonsina Storni y Juan Ramón Jiménez por el lado de mi madre, José Asunción Silva y Manuel Gutiérrez Nájera por el lado de mi padre.


U: Sabiendo que sos un autor tan prolífero, incluso en literatura juvenil, no podemos evitar preguntar en qué estás trabajando ahora. ¿Qué nos espera en el universo narrativo de Pablo De Santis?

PDS: Hace muchos años que vengo escribiendo esporádicamente unos cuentos policiales chinos, protagonizados por un viejo detective llamado Feng. Son muy breves y están ambientados en una época legendaria. Hay varios que han estado dando vueltas por internet, sobre todo uno que se llama La inspiración, que cuenta el asesinato de un poeta. No sé si lo voy a publicar alguna vez, pero llevo un diario desde la juventud, donde anoté no tanto lo que he hecho como el testimonio de gente que conocí, escritores en su mayoría, pero también periodistas y dibujantes de historieta, o frases ajenas que retuve, y cada tanto vuelvo a esas páginas y las corrijo.


U: Siempre le preguntamos a nuestros entrevistados qué están leyendo. ¿Qué libros te acompañan en este momento?

PDS: Estuve leyendo Travesías, un libro de conversaciones que el poeta Antonio Requeni mantuvo con Gloria Alcorta y con Olga Orozco. Es extraordinario y me gustaría que se reeditara. A mí me encanta Giuseppe Tomasi de Lampedusa, y sabía que había escrito El gatopardo un poco de casualidad, porque había acompañado a su primo, Lucio Piccolo, a un festival de poesía en San Pellegrino Terme y a partir de ese encuentro se dijo: yo también voy a escribir, y escribió El gatopardo. Lucio Piccolo es un poeta completamente olvidado en Italia, y sin embargo encontré su nombre en dos libros que leía este año (Lampedusa e la Spagna, de Gioacchino Lanza Tomasi, y Diario sin fechas, del director de cine Roberto Andò).Y al leer el libro de entrevistas a Requeni, el nombre de Lucio Piccolo volvió a aparecer, como si me persiguiera, porque Olga Orozco lo conoció, era amigo de su hermano (un hermano italiano que ella descubrió ya adulta, porque había sido fruto de una aventura de su padre con una mujer casada). También leí Almas silenciosas, de Ann Cleeves. Es una historia protagonizada por la detective Vera Stanhope, la de la serie inglesa Vera, que siempre vemos con mi esposa. Y ahora me espera El asunto, de Lee Child; y Los incidentes, una novela policial de Agustín De Luca.



 



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