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Muchos caminos

Actualizado: 12 may 2021

Por Juan Francisco Baroffio




La Odisea es, sin dudas, el clásico por antonomasia de la literatura universal. Compuesta aproximadamente a finales del siglo VIII a.C. por un poeta, tal vez Homero (hoy ya está casi zanjada la discusión sobre su existencia), presenta una serie de elementos frecuentados por la tradición literaria de su tiempo. El texto cobra su unidad en torno a un héroe popular del folklore griego: Odiseo (o Ulises) y se lo inserta en una de las temáticas más celebradas de la época: el nostoi, que es el regreso de los grandes héroes aqueos que conquistaron Troya. A su vez, estos dos elementos se combinaron con las coyunturas sociales y políticas del ocaso de la era micénica. Así que la Odisea es el nostoi de Ulises, pero también es la coronación literaria de un imperio que entraba en decadencia.

Esta obra escrita, esencialmente un poema épico, puede resumirse en forma por demás sencilla: es el largo viaje que un heroico rey hace para regresar a su hogar, que desafía a los dioses, que enfrenta todos los problemas que se le presentan con ingenio y que al encontrarse con su amada, fiel y paciente esposa Penélope, debe vengarse de los que trataron de ultrajarla junto con su reino. Más allá que el «cuento» sea breve y sencillo, son los elementos literarios y técnicos los que lo convirtieron en uno de los clásicos más visitados, releídos, reescritos y reinterpretados de todos los tiempos. Sólo en el siglo XX fue centro de célebres obras de escritores como James Joyce y Jorge Luis Borges. Homero es el autor más referenciado por Borges luego de Shakespeare, la Biblia, Dante y Cervantes y la Odisea, la obra más citada. Apenas comenzado el siglo XXI, en 2005, la canadiense Margaret Atwood publicó The Penelopiad (en Hispanoamérica Penélope y las doce criadas), donde cuenta la historia desde el punto de la discreta e inteligente reina de Ítaca, amén de otras historias en torno a ella de tradición no homérica.


No cualquier hombre

La Odisea tiene su célebre comienzo con la palabra andra; hombre en griego. Ya nos da la pauta de que es la historia de un hombre y su viaje. A diferencia de la Ilíada (la otra gran composición homérica) que comienza con la palabra menin: cólera; la gran cólera de Aquiles. Pero este andra por el que intercede la poderosa Atenea no es uno cualquiera. Es un polytropon. Y es esta palabra, que sólo se repite en el verso 330 del canto X, el objeto de numerosas interpretaciones y discusiones que no hacen más que enriquecer al texto y darle parte de su vigencia. Porque sería un error creer que todo está dicho sobre el nostoi de Odiseo.

Johann Wolfgang Goethe se fascinó con esta obra mientras vivió en Sicilia y la tomó como suerte de guía de viaje. Pero el misterio de esa odisea seguía en pie en tiempos del gran escritor y pensador alemán. Más de veinte siglos después de que se compusiera la obra, y casi cinco décadas después de la muerte de Goethe, otro alemán, Heinrich Schliemann, arqueólogo por hobby que se enriqueció durante la Fiebre del Oro californiana, financiaba una expedición que descubría los restos de la famosa Troya. Así que el aura de misterio que envuelve a esta obra aún no se ha disipado.


El don de la palabra

Volvamos a la palabra polytropos que tanto ha interesado a los estudiosos. Sus raíces griegas son la de polys (muchos, variados, múltiples) y tropos (senderos, rumbos, caminos). O sea, que Odiseo es descrito como un hombre de muchos caminos. Esto, interpretaron algunos traductores, hace referencia a su largo viaje. Para otros, a la versatilidad del héroe para resolver los problemas. En castellano, la palabra más cercana que se ha creado como sinónimo ha sido asendereado. Sin embargo, hay otra acepción que encerraría varias claves de la obra. Esta parte de la crítica entiende que lo que se busca señalar es que Odiseo es un hombre que se hace camino con la palabra. El famoso héroe, que se hace llamar Nadie, tiene el don de la elocuencia. Numerosos son los obstáculos que sortea valiéndose de su ingenio y poder de convencimiento. Odiseo habla, grita, miente, exagera, narra. Odiseo es, en cierta forma, un aedo (cantor de epopeyas) de su propio viaje. No es casual ni arbitrario.

La forma de transmisión literaria por excelencia de los tiempos de Homero era la oralidad. Los aedos, en toda la obra, son colmados de elogios y reconocimientos. Odiseo es, entonces, el héroe de la guerra y de los cantores de epopeyas. Y, en cierta forma simbólica, el último.

La Odisea es una obra literaria escrita que recoge las diferentes vertientes de la tradición oral de una misma historia. Existe gracias a la creación del alfabeto griego simplificado. Uno al que podían acceder en forma generalizada todos los habitantes del imperio griego (de todos modos aún no existía la alfabetización sistemática de las poblaciones), ya que era mucho más sencillo que el reservado para los actos políticos y litúrgicos. Por eso la Odisea como obra escrita es el comienzo del fin de la tradición oral en la literatura. Un final que se prolongaría, aún, durante más de un milenio.

Odiseo, el hombre de los muchos caminos, el aventurero que aún después de regresar a su hogar decide emprender nuevos rumbos, es, también, a su forma, un escritor. Es el hombre que recurre a la literatura, a la narración, para endulzar su historia o para conmover a reyes y dioses. El que opta por la palabra para vencer a sus enemigos o convencer a sus aliados. Odiseo, el aedo de su nostoi, sigue teniendo muchos caminos para enseñarnos.



 

Poema épico compuesto por 24 cantos y escrito en territorio de influencia griega (posiblemente en la actual Turquía), hacia finales del siglo VIII y principios del VII a.C. Entre las traducciones modernas, la más elogiada por los estudiosos es la establecida por T. W. Allen en Homeri opera. Odyssea, publicada por la universidad de Oxford en 1967.



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