Por Jesús De la Jara
Julio Ramón Ribeyro Zúñiga (1929-1994) fue un escritor peruano perteneciente a la llamada Generación del 50, que ilustra la corriente del Urbanismo, encargada de describir los ambientes ciudadanos tanto de arriba como de abajo, en la cual se inscriben autores como Mario Vargas Llosa o Enrique Congrains. A diferencia de muchos de sus coetáneos, le gustaba estar al margen, pues tenía una gran humildad y algo de timidez. De porte austero y macilento, era apodado y hasta ahora es conocido como «El flaco».
Como muchos grandes escritores su pasión por los clásicos, en especial la literatura francesa, fue una influencia importante en la estética de su escritura. Admiraba sobre todo a Flaubert, pero también a Stendhal y a Kafka. De hecho, radicó mucho tiempo en París, ciudad que lo encandiló y a la vez oprimió por momentos. Pasó episodios de su vida un poco complicados pero la mayor parte de su obra cuentística, aunque, fue absolutamente inspirada por su patria, fue escrita mientras trabajaba en Europa.
Su obra cumbre es La palabra del mudo. El título, y el mismo autor aseguró, es la palabra de la gente que no puede expresarse, la de los marginales. Es la descripción de ese lado de las ciudades (Lima muchas veces) que no se suele mostrar con orgullo, que no se toma en cuenta para poder describirla a alguien que no la conozca. Los personajes inmersos en estos variopintos lugares muchas veces no encuentran respuestas o sufren una gran decepción. Él mismo decía que escribía sobre la frustración, la desadaptación y la marginalidad. El formato de la obra tiene una influencia innegable de Dublineses de Joyce, cuentos diversos, sin ningún argumento absoluto en común, que transcurren en ambiente urbano. Finales inesperados, incompletos, que te dejan pensando o incluso parecen más una sorna del destino que el interés de contar una buena historia. Pero hay, por supuesto, algo nuevo: la ambientación paisajística latinoamericana, los lugares típicos que todo limeño o peruano ha escuchado o incluso frecuentado, y el estilo tan llevadero, nada enrevesado y muy cuidado como del siglo XIX. Contemporáneos suyos decían irónicamente que era el mejor escritor peruano, pero del siglo XIX. Dentro de los casi 100 cuentos que hoy componen la obra mencionaré dos que son muy ilustrativos.
Las botellas y los hombres
Éste es mi favorito: cuenta la historia de Luciano, un joven que ha sabido ganarse un lugar en el club de adinerados donde trabaja. Un buen día es ubicado por su padre, un personaje que muy irresponsablemente lo abandonó hace 8 años. Luciano, luego de reconocerlo, quiere en su vanidad demostrarle lo bien que ha estado lejos de él, pero su padre, aunque gordo, descuidado y pobre, tiene todos los elementos para gustar a muchas personas y parece que por momentos lo opaca. Es una guerra constante: él quiere demostrar que no necesita de él y que es mejor persona. ¿Pero lo es en verdad? ¿Y por qué cuando ve su perfil y quijada tan gastada, su voz ronca y sus ademanes criollos por momentos se emociona? Tal vez cambie algo cuando juntos vayan al bar y entren «en ese mundo ficticio que crean los hombres cuando se sientan alrededor de una botella abierta».
Alienación
Es un cuadro inolvidable y rotundo del proceso de alienación. Roberto López es un joven zambo que intercambia juegos con el narrador desde muy pequeño. Pero cuando todos los jóvenes vecinos crecen las diferencias parecen aumentar. Queca, la joven más linda del barrio, por la que todos los muchachos suspiran y sueñan algún día estar con ella, en una ocasión se encuentra con Roberto y comenta que jamás se juntaría con un zambo. Esto para Roberto iniciará un camino en el cual empieza a merodear lugares costosos donde van gringos, a invertir su escaso sueldo en ropas vendidas por extranjeros que las rematan, a irse luego a estudiar como chancón en el instituto peruano norteamericano. ¿Cuál será el final del camino emprendido por Roberto en su deseo tan vehemente de parecerse a los gringos y así obtener el amor de Queca? ¿Qué tanto se puede dejar y sacrificar por obtener la aceptación de una sociedad que en el fondo nunca te va a considerar por tu propio ser?
Los cuentos de La palabra del mudo forman parte siempre de las lecturas de los peruanos, ya sean publicados por separados, en cómics, en ediciones resumidas o completas, incluso en la escuela donde son de predilección por su sobriedad, amenidad y realismo. Es muy poco probable encontrar un peruano que no conozca al menos uno de estos cuentos.
En ellos podemos encontrar historias tan diversas como el Perú mismo, tan pronto nos encontramos entre una pelea de viejos cascarrabias como a los pies de un acantilado en la pobreza más extrema. Formamos parte de una asociación política sin saberlo y nos llueven privilegios o disfrutamos desde la perspectiva de un niño de explorar las azoteas de las casas vecinas siempre a la caza de algún premio vivificador.
No hay pierde en poder sumergirnos y coger algún cuento, probablemente nos hará pensar en la niñez y la juventud a veces tan desperdiciada o en la frustración que muchas veces premia nuestros intentos tan vanamente realizados en medio de un mundo ajeno a nuestras más puras ilusiones.
Se publicó por primera vez en Lima en 1972 por la editorial Milla Batres. Originalmente se trató de una recopilación de cuentos escritos hasta esa fecha. Sin embargo, a lo largo del tiempo se fueron sumando más cuentos por lo que actualmente se pueden encontrar ediciones con los cuentos originales o muy voluminosas con el mismo nombre que incluyen toda su obra cuentística.
(Lima - Perú) Jesús Rolando De la Jara Cordero. Médico por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Amante de la historia y la literatura. Escitor en Cátedra libre.
Creador del blog: Agustín Garmarra, mariscal de Piquiza
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