Por Victoria Badino
De los libros leídos, uno puede olvidarse de los nombres de los personajes, de capítulos enteros y hasta a veces el nombre del autor. Sin embargo, lo que jamás olvidamos como lectores son los sentimientos que un libro nos despertó. Y es que, en una suerte de proceso místico disfrazado en la cotidianeidad de las librerías y de las recomendaciones casuales, el mundo nos va desvelando cuáles son los libros que quiere que leamos. Los mensajes que por algún motivo quiere que tomemos. De la cantidad bestial de cosas que existen para leer, me cuesta ver que el encuentro con mis libros sea casual.
Topé con La nieta del señor Lihn gracias a mi profesor de escritura. Es una novela corta del escritor y cineasta francés Philippe Claudel en el año 2003. Lo lees de un tirón y son de esos libros que llegás a la última página y aún sosteniéndolo pensás: «Wow. Qué increíble lo que pasó acá». Y ese «acá» es ahí, donde estás vos. Atravesado. Conmovido.
El señor Linh huye de la guerra y desembarca en un país en donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. La guerra le ha robado todo, menos a su nieta, quien será su única razón de existir. En una de sus salidas, conoce a un hombre con quien entablará una amistad a pesar de no compartir el mismo idioma.
Un fiel ejemplo de que lo corto, no le quita intensidad a un buen relato. La escritura del autor se destaca: sencilla, casi minimalista, pero poderosa. Una historia sobre el exilio, la soledad de la inmigración y la lucha por la preservación. Sin embargo, lo bello de este libro, es que cada escena es una oda a la amistad y al amor por la familia. Conmueve hasta las lágrimas (¡si habré llorado leyéndolo!).
Y entiendo por qué muchos dicen que es una historia triste: es triste. Pero en algún punto a mí me despertó lo contrario: me dejó la sensación de que la grandeza humana estuvo inmersa en cada página. El cariño genuino y el abrazo comprensivo a la historia de un otro, a pesar de no entender su idioma, me pareció un mensaje tan hermoso como universal.
En una entrevista que le hacen al autor, cuenta que lo que lo inspira a escribir son aquellos testimonios sobre cómo se puede continuar siendo humano luego de los desastres que dejan las guerras. Escribir sobre «gente que dura», dice su traductor en simultáneo. Y hablar de resiliencia, es hablar de milagros. De esos cotidianos, que muchas veces subestimamos pensando equivocadamente que se esconden en lo excepcional. La amistad no suele ser eje central en la literatura. El Señor Linh y el Señor Bark, existen para contarnos esta bella historia, la de dos personas que no se entienden con las palabras pero sí con la melodía de sus voces. Con sus miradas. Con la presencia. Y es esta presencia, aún sin códigos lingüísticos que los una, la que los sana.
Ahí está el milagro.
Y esto es lo que vino a recordarme a mí este libro: la profundidad de lo simple. Aunque en unos meses o quizás días más tarde, ya no recuerde ni su título ni su editorial.
(Palma de Mallorca - España) Nació en 1985 en Ciudad de Buenos Aires. Es psicóloga, especialista en Recursos Humanos. Durante años trabajó en multinacionales, hasta que decidió dedicarse al mundo de los libros, su gran pasión. Actualmente vive en España, en donde cursa un Máster en Edición y Gestión Editorial. Trabaja como librera en la librería Casa del Libro y escribe para distintas revistas digitales. Actualmente se encuentra trabajando en su primer libro de cuentos.
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