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Katherine Mansfield, mundana y sublime

Por Ana Catania


Ilustra: Mirabella Stoor


«Realmente pido tiempo para escribir todo eso… tiempo para escribir mis libros. Entonces no me molestará morir. Vivo para escribir», dice Katherine Mansfield en una entrada de su diario casi cuatro años antes de su muerte, en Fontainebleau, Francia, a dónde llegará buscando una cura para la tuberculosis. Tenía treinta y cuatro años y la enfermedad que la había aquejado gran parte de su adultez nunca fue una barrera para que se entregara a la vida (a la escritura y a la verdad) por completo, con pasión, generosidad y valentía. «Amaba la vida, con toda su belleza y dolor», dice John Middleton Murry, quien fue, primero, su editor, luego su pareja, más tarde su marido (de quién se separaría), su devoto compañero hasta el final y su albacea literario tras la muerte.

Nació como Kathleen Beauchamp, en una familia de clase media, en Wellington, Nueva Zelanda, el 14 de octubre de 1888. El primer viaje que hizo a Londres fue a los dieciséis años, para estudiar en el Queen’s College, ciudad a la que vuelve en 1908, y donde absorberá la obra de los simbolistas franceses, a Oscar Wilde, la bohemia citadina, la música y el teatro. Y donde conocerá a la también escritora Ida Baker, su compañera (al igual que Murry) hasta los últimos días. K.M no va a volver a Nueva Zelanda. La casa rural en las afueras de Wellington va a quedar registrada en sus maravillosos cuentos largos Preludio (1917), publicado por Hogarth Press, la casa editorial de los Woolf, y La bahía (1921), los cuales retratan a la familia Burnell en un sutil pero complejo caleidoscopio de voces y miradas. También hay un retorno al hogar a través de su poesía (escrita como un deseo de expresión y juego), en la que recupera vívidamente el pasado con los grados justos de luz y oscuridad, delicadeza e ironía, esperanza y dolor.

En 1909, K.M viaja empujada por su madre. Estaba embarazada de Garnet Trowell pero se había casado con George Bowden, un profesor de música once años mayor que ella y a quien, se dice, abandonó la noche de bodas. En Alemania pierde el embarazo e inicia una relación con un intelectual polaco que la introduce en la obra de Antón Chéjov: un descubrimiento que ejercerá una influencia activa en su escritura. Como los cuentos del maestro ruso, los de Mansfield se sostienen en la «acción indirecta», es decir en la caracterización e interacción de los personajes y no tanto en las peripecias dramáticas. Sus historias tienen la desconcertante capacidad de observación de los pequeños (casi invisibles) gestos cotidianos que revelan la humanidad, la condición y el destino de sus personajes. Así como un magnífico oído para los diálogos aparentemente triviales pero cargados de sentidos que actúan como una sutil corriente submarina. De hecho, Felicidad, ese fabuloso cuento de 1918, que es una muestra cabal del «mostrar» en lugar del «decir», de la epifanía cotidiana, del conflicto íntimo y el descubrimiento extático del inolvidable personaje femenino, Bertha Young, es considerado uno de los cuentos favoritos de Julio Cortázar.

Escribió algo más de setenta cuentos, poemas, un diario, cartas y un cuaderno de notas. En su último relato completo, de 1922, titulado El canario, la protagonista es una mujer mayor que extraña a su mascota, pero expresa la sensación de amor por la vida más allá de la tristeza. K.M, quien se sentía escritora antes que mujer, quiso a la escritura tanto como a la vida, quiso comprender a las personas para comprenderse a sí misma y lo quiso tanto como al mundo y sus maravillas: el sol, el mar, los libros, los cuadros, la música. Vivió arriesgándolo todo («¡Arriesga!, ¡Arriesga todo!») audaz y libremente, enraizada a la tierra, sí, pero por momentos apenas despegada del suelo. Parte mundana, parte sublime.



 

(Buenos Aires - Argentina) Nació en 1980, en Capital Federal, y se crió en el sur del Gran Buenos Aires. Estudió Filosofía y trabaja en Educación desde hace veinte años. Completó la formación en Escritura Narrativa en Casa de Letras y desde 2013 realiza tutoría de obra con José María Brindisi. Coordina talleres de lectura (entre ellos, sobre Katherine Mansfield) y escritura desde 2014. Colaboró para distintos medios gráficos y digitales como Conga, Encerrados Afuera, Style BA (Time Out), Bla (Uruguay), Sede, Con-versiones, Escritores del Mundo. Entre 2014 y 2017 fue editora de la revista Olfa, de distribución gratuita y versión digital. Publicó el libro de cuentos Nada dentro salvo el vacío (Añozluz editora, 2019).

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