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  • Foto del escritorUlrica Revista

Guardianes

Actualizado: 9 ene 2023

A modo de editorial


Año III - N°26



Todos conocemos a alguien que es coleccionista. De monedas, estampillas, de cajitas de fósforos... La lista de objetos que alguien decide acumular es infinita. Basta con que un objeto exista para que alguien sienta necesidad de tenerlo. No es nada infrecuente. Obviamente, los que nos interesan a nosotros, son los coleccionistas de libros.

Walter Benjamin le dedicó unos cuantos ensayos al tema. Escribió, por ejemplo: «Adquirir libros no es para nada solo una cuestión de dinero o de conocimiento en la materia».

Los bibliófilos, tal el nombre formal que los identifica, pueden o no ser grandes lectores. Y un gran lector puede o no ser un coleccionista. No es un requisito sine qua non. Basta con sentir placer y amor por el objeto.

Para el famoso filósofo alemán, hay una cuota de exhibicionismo. El lector de estas líneas seguramente ha tenido que escuchar la infinita perorata de un coleccionista amigo sobre tal o cual pieza que acaba de adquirir.

Pero, no podemos negar que a los coleccionistas les debemos la preservación del pasado. ¿Cuántos libros se han salvado de la hoguera de los déspotas o del polvo del tiempo por estar conservados en la biblioteca de alguien? Un coleccionista no es solo quien amarroca libros para su propia satisfacción. Sus miras hacia la posteridad renuevan la voluntad de muchos coleccionistas. «Basta con observar a un coleccionista manipulando los objetos de su vitrina. En cuanto los sostiene en sus manos, parece surgir una especie de inspiración en él, parece ver más allá de ellos, divisar su lejanía». En muchos casos se vuelven guardianes de la historia y el patrimonio de sus pueblos.

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