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Gloria Alcorta, reencontrada

De viaje por la vida y obra de la maravillosa autora franco-argentina.


Por Christian Kupchik


Ilustra Mirabella Stoor

A menudo se suele insistir con la necesidad de disociar entre el autor/a y la obra. El cono de sombra que puede arrojar el uno sobre la otra (o viceversa) no debería afectar lo primordial. En el caso de Gloria Alcorta (Bayone, 1915 – Buenos Aires, 2012), todo adquiere un aire paradojal debido a que si bien su obra marca una frontera tan insólita como inédita en la ficción argentina –y francesa– su peripecia vital no le va en saga: parece haber agotado varias vidas en una. Y lo más notable es que fue una escritora casi a pesar de sí misma, empujada por amigos y circunstancias, pero que en ningún momento renunció a su compromiso con una creatividad que escarbó como pocas en el fantástico y el terror. De allí que nombres como Silvina Ocampo o María Luisa Bombal e incluso Borges, quien le publicó su primer libro de poemas, La prison de l’enfant, con poco más de 18 años, la aceptaron en su círculo áulico. Antes, la había adoptado Angélica Ocampo, a quien conoció de retorno de Europa, en su primera incursión argentina. Porque a pesar de contar con una prosapia patricia (descendía de todas las calles Alcorta por vía paterna y de los Mansilla, es decir, Rosas, por vía materna), Gloria creció entre Francia e Italia.

Aquel primer opus, escrito en francés, obtuvo la aclamación inmediata de poetas como Saint John Perse y en particular Jules Supervielle, quien estaba convencido de haber encontrado a una suerte de Rimbaud sudamericana con polleras. No obstante, y aunque Alcorta siguió siendo una figura recurrente en el círculo de Sur, sus intereses apuntaban más hacia las artes plásticas y, sobre todo, su familia. Fascinada con la poesía de Oliverio Girondo –y quizá también con su figura, al que encontraba encarnación de la «locura creadora»- se casó con su hermano Alberto, 24 años mayor que ella. Siguió escribiendo, pero en silencio. En 1951 Rafael Alberti traduce su libro Visages, que envía a París y nuevamente crea un colapso: gana el Prix Rivarol a la mejor obra extranjera. El premio le abrió las puertas a la intelectualidad francesa, granjeándose la amistad de Camus, Sartre, René Char, y otras luminarias. A su retorno, Silvina y Borges le insisten en un nuevo título, pero ahora en prosa. Escribe El hotel de la luna y Pepe Bianco, director de Sur, admite que no ha leído nada igual. Lo traduce y lo publica en la célebre revista, pero la insta a escribir en español y reunir una serie de relatos para un libro.

Así llega El hotel de la luna y otras imposturas (1958), que recibe todos los honores de la crítica. Son cuentos de una atmósfera muy extraña, que mezcla lo rural con lo urbano, lo policial con el fantástico, y hasta desde el punto de vista lingüístico adquiere un movimiento inverosímil, al fusionar sincréticamente por momentos formas de un castellano anacrónico con el francés. Las protagonistas de estas historias son casi todas mujeres que se ven sometidas a perversiones de distinto tipo, pero que no exigen redención alguna: se entregan a sus destinos a fuerza de torcer el sello que les toca en suerte con la libertad de una imaginación por momentos delirante.

Más allá del éxito que su primera obra en prosa obtiene, se encuentra con un incidente inesperado: Victoria Ocampo, con quien Gloria nunca intimó aunque siempre reconoció su admiración por ella, quizá guiada por los celos provocados ya por sus triunfos literarios o el vínculo con sus hermanas y amigos, la denuncia aduciendo en su obra una ofensa personal, que no se puede percibir de ninguna manera. Alcorta parte a Francia, donde sigue escribiendo y cada vez más toma altura dentro del periodismo cultural. Vuelve al país en 1964, donde coincide con Charles de Gaulle,quien le impone la condecoración de las Palmas Académicas. La carrera de Gloria seguirá con suceso tanto en Francia como Argentina: en 1966 se edita El hotel de la luna en francés y la obra es la primera de nuestro país en recibir el Premio Médicis, una distinción que Cortázar y Héctor Bianciotti demorarían en conseguir.

La vida de Gloria Alcorta prosiguió cosechando dichas y dolores, pero se fue apagando en un más que injusto olvido, tal como ocurrió con tantas otras dotadas escritoras nacionales. Resulta increíble que apenas a diez años de su muerte, su nombre resulte un exotismo. Toda vida parecería una serie de ecuaciones: una vez inscriptos sus términos, reveladas sus incógnitas y fijada su complejidad, ¿qué queda? Apenas, la literatura. La indecente literatura como respuesta a una pregunta no formulada, como problema, como fe, como orgullo, como vida.

 

(Buenos Aires - Argetina) Escritor, traductor, poeta, editor y viajero. Su trayectoria en los distintos campos de la literatura lo han convertido en uno de sus protagonistas indiscutidos. Es traductor del sueco, noruego, francés, inglés y portugués. Tradujo obras de Strindberg, Ibsen, Balzac, Perec, Pessoa, entre otros. Nació en Buenos Aires pero vivió en en París, Barcelona, Estocolmo y Montevideo. Su último libro es Pranzalanz (Dualidad, 2022). Actualmente es el editor del sello Leteo edito.

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