Una charla en torno a El cielo de la selva, nueva novela de la autora cubana.
Hace 75 años Alejo Carpentier publicaba El reino de este mundo y en su introducción explicaba que «por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías». Y ese caudal, tal como vaticinó, sigue siendo inagotable.
Claro que se ha ido transformando, evolucionando, porque nosotros, como habitantes de América somos parte de esa evolución. Quizás hayamos cambiado la forma en que las vemos y entendemos pero no cabe duda que esas capas de sedimento se siguen alimentando con el correr de las décadas.
De ese caudal de mitologías hoy se siguen alimentando voces nuevas de nuestra narrativa y una de las voces más revolucionarias de la literatura latinoamericana joven es la de Elaine Vilar Madruga.
Recientemente llegó a Argentina su novela El cielo de la selva editado en México por Elefanta Editorial y la Universidad Veracruzana y distribuido en nuestro país por Big Sur. En ella se conjugan fábula, magia, distopía, cosmogonía y terror para repensar en las maternidades, en el amor y en las violencias que atraviesan, en menor o mayor medida, los países que conforman América.
Esta novela alegórica de Vilar Madruga nos invita a sumergirnos en un universo onírico donde madres paren hijos para alimentar a una selva que palpita, roja y hambrienta. Hablamos con ella sobre El cielo de la selva y más.
ULRICA: ¿Cómo nació la idea de un libro que es tan original y sorpresivo?
ELAINE VILAR MADRUGA: Las ideas de todos mis libros nacen de imágenes que están en algún lugar de un imaginario secreto y profundo. En el caso de El cielo de la selva, la imagen era la de la abuela caminando desnuda por las tablas podridas de esta hacienda perdida en algún lugar claustrofóbico, verde, donde titilaba una luz roja como si fuera un corazón que palpitaba. Esa imagen me llegó muy pronto en el desarrollo de la historia. A partir de ella fui imaginando el resto de la historia y de qué manera podía contarla. Durante un tiempo pensé en darle un corte mucho más distópico. Es más, la selva era solamente un escenario y la pensaba como una especie de matrix donde los personajes estuvieran atrapados. Ya en el proceso de escritura me di cuenta que necesitaba una revisitación al trabajo que se había hecho para que esa selva combinara mejor con la naturaleza de los personajes. Así que me desprendí de lo que era más propiamente distópico y me enfoqué en esa especie de cuerpo mito-crítico de la selva. Una vez que encontré ese punto, me aventuré en él. A eso se sumó el trabajo de desarrollo de los personajes, con sus identidades discursivas.
U: ¿Qué le da a la literatura de hoy, principalmente a la hispanoamericana, el género del realismo mágico que tan bien utilizás vos en tu obra?
EVM: Creo que, a la literatura hispanoamericana que se produce hoy, el Realismo Mágico aporta muchísimo. Principalmente una libertad para trascender el ámbito de lo real e incorporar elementos de este mestizaje cultural, kafkiano, que es la esencia de muchos de nuestros países. Yo lo pienso como un ejercicio de reflexión sobre lo real más que de trascendencia de ello porque el país en el que vivo parte de esa esencia claustrofóbica de la realidad donde las cosas más irreales terminan siendo parte de la vida cotidiana. A mí me interesa que el Realismo Mágico pueda dar voces a nuestras preocupaciones. Que no sea una zona de escapismo, sino que hable de los temas que nos atraviesan como latinoamericanos: la migración, el exilio, los feminicidios, las violencias políticas, las maternidades, el narcotráfico, los espacios domésticos a los que las mujeres hemos sido relegadas históricamente. Con toda esta madeja estoy intentando construir mi literatura, desde los bordes subliminales por donde se cuela el Realismo Mágico y otros recursos como el absurdo o cualquier género que sea no mimético.
U: ¿Qué lugar podemos darle a las maternidades en la literatura?
EVM: La literatura está ayudando a repensar las maternidades y a desmitificarlas. Repensar porque, durante muchos años, nos han hecho creer que existe una sola forma de maternidad cuando en realidad son muchas. Tenemos muchas madres en nuestras vidas, más allá de la biológica. Y desmitificar porque nos han hecho creer, también, que hay una sola forma de ser madre, que es la buena; que la mujer desaparece en el instante de ser madre, que el cuerpo deja de pertenecerle cuando se convierte en ánfora de otro cuerpo. A mí me interesaba esta ventana que la literatura ofrece para criticar la maternidad impuesta o la no deseada por ejemplo. O esas otras maternidades que son subalternas y que sin embargo siempre han estado presentes a lo largo de nuestra historia. Es importante que la escritura les dé voz. Estas maternidades, ficcionalmente hablando, es urgente que se aborden. Además hemos creado una comunidad sorora de autoras, lectoras y editoras y todas estamos mirándonos en ese espejo de la literatura.
U: ¿Cómo vivís la llegada que han tenido tus libros entre el público lector?
EVM: Mis libros siempre me hacen muy feliz al momento de ver la acogida que le dan las lectoras y los lectores. Me siento muy bendecida al ver que existe esa generosidad tremenda porque, además de leer, tienen el hábito de recomendar el libro, de escribir reseñas, de interesarse por el autor y que el libro pase a formar parte de sus vidas. En ese acto se construye la literatura. Siempre me reconforta saber que al final de ese proceso que presupone parir un libro, porque es como un hijo, hay una mano matrona que lo recibe y está dispuesta a acunarlo. En relación a El cielo de la selva, saldrá en España, muy pronto, la séptima edición. Es un regalo enorme ver que ha tenido premios, lectores, críticas y reseñas muy positivas. Ahora que salió en América Latina, siento que está renaciendo en ella. Es un territorio completamente afín a la novela. Por eso creí siempre que las lectoras y los lectores latinoamericanos iban a poder encontrar en él motivos de reflexión, de divertimento o de espanto.
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