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El paraíso en nuestra tierra

Las bibliotecas populares más allá de los libros.


Por Gisela Paggi



Borges imaginó al paraíso como una biblioteca y, si bien su carrera de bibliotecario tuvo altibajos de todo tipo, instaló una frase de cabecera que se multiplicó y se multiplica aún hoy cada vez que alguien quiere referirse a una biblioteca. Si el Día del Lector en Argentina, abrimos una red social y no encontramos una foto de Borges con esa cita, fracasamos como festejantes de dicha efeméride. Y diremos que sí. Que siguen siendo lo más cercano al paraíso siempre que uno sea lector. Pero esa idealización y la estereotipación del profesional bibliotecario no permite visualizar aquello más mundano y, por caso, más significativo: el de la transformación social que presuponen para la comunidad en la que están inmersas.

En el imaginario colectivo, estas instituciones son las guardianas del acervo cultural y los bibliotecarios son personajes misteriosos con una larga tradición que se remonta hasta el Medioevo y las bibliotecarias guardan un aspecto estereotipado en relación a su imagen y costumbres. Existe una feminización del rol que se estableció con la revolución industrial cuando las mujeres fueron tomadas por las bibliotecas con una mala remuneración y, hasta hoy en día, es una deuda con los trabajadores del sector. Hay una representación social en torno a las bibliotecas que dista bastante de la realidad. La cuestión es que esta verdadera cara es mucho más apasionante.

A lo largo de la Argentina, las bibliotecas populares se enraízan en sus comunidades para generar cambios drásticos. En un tiempo de revolución digital, siguen emplazadas y firmes, buscando que la gente se acerque para encontrar mucho más que una lectura: una experiencia que logre transformar sus vidas a través del conocimiento.

Pero, primero, desglosemos algunos puntos. El primero de ellos, el papel que cumplen las bibliotecas como facilitadoras de la información.


Un acceso equitativo

La información que circula en el mundo entero vivió su gran explosión luego de la Segunda Guerra Mundial. Desde aquellos tiempos hasta hoy, vive un auge que se aceleró drásticamente en las últimas décadas desde la llegada de internet. Frente a esto, las bibliotecas tomaron el rol de puente entre las personas y la información. Fueron espacios donde democráticamente todos podían acceder al conocimiento. Y pese a que aún podemos pensar que, en estos tiempos, la información está a la mano de todos, en sus teléfonos, a un click de distancia, las bibliotecas aún conservan esa función facilitadora.

Aunque supuestamente todos tenemos acceso a la información que circula, esto no es tan así. La tecnología se acumula en un sector de la población bastante diferenciado en detrimento de otro más desfavorecido. Así nace lo que se conoce como brecha digital.

El acceso a la información es un derecho para el conjunto de los seres humanos pero en la práctica, en nuestro país sin ir más lejos, este derecho no está garantizado para todos. Las políticas de inclusión tecnológica no bastan aún para saldar esa deuda. Y no hablamos simplemente de una brecha económica, sino también generacional. La digitalización de la información se precipitó, a su vez, con la llegada de la pandemia por Covid-19 y quedó en evidencia la desigualdad. En este contexto, las bibliotecas siguen siendo ese lugar donde la gente se acerca a preguntar aquello que no puede resolver solo, principalmente en lugares más alejados de los grandes centros urbanos. No olvidemos que, durante la expansión de la informática, a menudo la computadora de la biblioteca era la primera que se instalaba en un pueblo. Ese rol ha logrado transformar sus comunidades y contribuyó con el acceso a la información de múltiples sectores de la población.

Muchas veces vemos a las bibliotecas como un mero depósito de libros y cuya única función es el préstamo. Pero detrás de esa función, se esconden acciones destinadas a la transformación de sus comunidades.

Para este artículo hemos entrado en contacto con un grupo de bibliotecas populares que nos permitieron conocer su trabajo y que nos muestran un modo distinto de ver el mundo de estas instituciones. Cada una de ellas, en un lugar diferente del país, con sus particularidades y su manera de entrar en contacto con el usuario.


Lúdica

La primera es la Biblioteca Popular La Mermela. Ubicada en la localidad de Chancaní, Córdoba, esta biblioteca joven nació en una comunidad de 1000 habitantes. «Empezamos con la biblioteca en mayo de 2021. Al principio con visitas restringidas y solo para llevar libros. No se podía usar el espacio para leer allí debido a las restricciones por DISPO (Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio) y ASPO (Aislamiento Social, preventivo y Obligatorio). Para la primavera empezamos a realizar otras actividades como el cine, con una función para jóvenes y adultos y otra función para niños y niñas. También empezamos con un taller de ajedrez con frecuencia semanal. Todo esto funciona en el mismo edificio, un Centro de Integración Comunitaria (CIC), al cual tuvimos acceso gracias a un convenio con la Comuna de Chancaní. Para los últimos meses del año empezamos con otro proyecto, que esperamos que siga creciendo: se trata de una ludoteca. Este nuevo taller de juegos para chicos y chicas tuvo como lugar de encuentro el Camping Comunal. Ahí nos reunimos cada 15 días a jugar juegos de mesa y juegos de cartas».

Taller de juegos. Biblioteca Popular La Mermela (Chancaní, Córdoba).

La Biblioteca Popular La Mermela cuenta entre sus principales usuarios a niños y niñas. Aún no cuenta con el reconocimiento de Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) y nos cuentan de lo importante que sería para ellos recibir el apoyo de la entidad nacional que nuclea y subvenciona a todas las bibliotecas populares del país: «Venimos realizando los trámites con ese objetivo pero lleva tiempo. Este aspecto formal creemos que es clave para que la biblioteca siga creciendo y podamos concretar más proyectos».

Entre otras actividades que realiza esta biblioteca encontramos que, junto con el Jardín de Infantes Mariano Moreno y la Comuna de Chancaní, trabajan para ponerle nombre a las calles de la comunidad. Ellos creen, como muchas otras bibliotecas, que son indispensables para garantizar el acceso a la información y al conocimiento. «El acceso a los dispositivos electrónicos y a la conectividad es desigual y las bibliotecas podrían ofrecer un espacio donde tener acceso a ellos. Y seguir ofreciendo un lugar para leer o escuchar un libro, para estudiar y para recibir asesoramiento sobre dónde buscar y qué buscar».

Nos cuentan, además, una anécdota: «Con una usuaria a la que guiamos en su búsqueda en los primeros acercamientos a la biblioteca y que tuvo una muy buena experiencia al encontrarse con libros que disfrutó mucho, luego ella misma empezó a acercar a sus hermanas y sobrinas que ahora también son usuarias frecuentes de la biblio». Una muestra de que las experiencias de lectura son contagiosas.


Resiliente

La Biblioteca del Otro Lado del Árbol está ubicada en el Parque Municipal Elios Eseverri, en Olavarría (Provincia de Buenos Aires). Es un proyecto que nace en La Plata y se replicó en Olavarría y en otras ciudades de la provincia. Esa biblioteca madre, como la llaman a la de la capital bonaerense, la fundó Paula Kriscautzky tras la muerte de su hija de cinco años, Pilar Andicoechea. Desde ese momento el proyecto se replicó como un homenaje a Pilar y a todas las infancias. En Olavarría, primero, fue una biblioteca itinerante y luego encontró su lugar. «La idea era que el proyecto estuviera en un parque público porque eso garantiza el libre acceso a todas las familias, además de ser el lugar donde van los chicos a jugar. Allí, en el parque, recibimos un galponcito en comodato que necesitaba muchísimas refacciones y lo pudimos transformar con la ayuda de la comunidad, de empresas que donaron materiales y con nuestro trabajo voluntario».

El punto fuerte de esta biblioteca es su ubicación. A lo largo del día y los fines de semana, muchas familias se acercan al parque para pasar una jornada de diversión y allí se encuentran con una biblioteca abierta que promueve actividades para los más chicos. Tienen material para todas las edades, pero se especializan en lecturas para infancias y adolescencias. «Muchas veces, la biblioteca es un espacio de encuentro también para muchos chicos que están sin contención en el parque y en la ciudad y hallan un lugar donde compartir, refugiarse, leer, dibujar».

Como la gran mayoría de las bibliotecas de nuestro país, Del Otro Lado del Árbol no se circunscribe al préstamo de libros. También se dictan talleres de arte y todos los sábados desde marzo a diciembre, proponen una actividad cultural, gratuita, donde las familias se acercan con sus reposeras y sus mates para disfrutar de una jornada diferente.

Biblioteca del Otro Lado del Árbol. Actividades literarias y artísticas dentro del Parque Municipal Elios Eseverri, en Olavarría.

«Cuando la situación epidemiológica lo permite, también solemos visitar el hospital, en el área de internación pediátrica, con una propuesta literaria y artística». La Biblioteca Del Otro Lado del Árbol, es el ejemplo más fehaciente de la biblioteca que sale a buscar a sus usuarios porque creen firmemente en que la cultura logra transformar realidades. Todos los días se sorprenden con la devolución de la gente y confían en que la biblioteca terminará trascendiendo en el tiempo y que, a pesar del avance digital, el libro sigue siendo un lugar de encuentro. «Hay un tiempo para lo digital y hay un tiempo para el papel» nos dicen. Y contra todo pronóstico, en tiempos de pandemia, inclusive, pudieron ampliar considerablemente el número de socios y de usuarios. Lo que nos habla de las bibliotecas como organismos esenciales que se vieron obligadas a cerrar sus puertas, pero que continuaron con su labor en la virtualidad.

También nos cuentan una anécdota: «Tenemos un usuario de 3 años que, durante la pandemia, fue bebé. Y en los primeros tiempos en que los chicos pudieron empezar a salir a los parques y al aire libre pero no asistir a reuniones familiares, para él la biblioteca fue el lugar muy importante. Fue donde aprendió a caminar, a charlar con otros nenes, a verse al aire libre sin peligros y a compartir juegos. Incluso para muchos otros nenes que vieron quizás, por primera vez, una función presencial de títeres o de circo. Y la biblioteca abierta fue el lugar donde se sentaban todos con sus barbijitos, en orden, y sus caras de asombro».


Expansiva

En Posadas, y ampliando sus horizontes, está la Biblioteca Popular 2 de Abril que, en su tarea como promotora de la lectura, rompe esquemas. Creen en los libros que circulan, creen en las bibliotecas que salen a buscar a sus lectores y, por eso, tienen más libros en la calle que en el edificio. Funciona como una biblioteca madre de un total de 25 bibliotecas: 21 están en la provincia de Misiones, 1 en la Universidad Nacional de Jujuy y 3 en nuestro país vecino, Paraguay.

«Nuestro punto más fuerte es que hemos cambiado el sentido de las bibliotecas en sí. No es un lugar donde solamente se prestan libros sino que hay muchas actividades motivacionales para acercarnos a los usuarios». Esta biblioteca ofrece cine, radioteatros, apoyo escolar y hasta la posibilidad de terminar el secundario, e incluso, hacen delivery de forma gratuita para que el libro llegue a la casa de los usuarios.

Para mencionar otras de las actividades que realiza la Biblioteca 2 de Abril debemos destacar la creación de un sistema de códigos QR, nombrado como el Camino a la lectura, en el que cualquiera, con acceso al código, puede escanear y tener un libro de manera gratuita. En su mayoría, se tratan de libros de autores misioneros ya que buscan fomentar la literatura de la provincia. Este camino ya llegó a la Biblioteca del Congreso de la Nación y, a través del Ministerio de Turismo, a varias ciudades del interior del país incluyendo Ushuaia y la Antártida.

«Tenemos muchos chicos dentro de nuestro público y trabajamos con escuelas, pero también con clubes de abuelos. También tenemos un club de escritores jóvenes de la provincia de Misiones con el que buscamos motivar e impulsar a adolescentes en la escritura».

Ellos creen que las bibliotecas deben innovar para que el usuario se interese en acercarse a ellas, más en estos tiempos. «En estos años y en vista de lo que viene, si las bibliotecas no toman una mirada social es muy difícil que puedan subsistir». En este sentido, la Biblioteca 2 de abril es especialista en acercarse a los nuevos lectores. También salen a la ciudad y a las comunidades aledañas a dejar libros en las playas, en las heladerías, en las oficinas públicas y en las comisarías.

Nos cuentan una anécdota, también, porque nos encantan las anécdotas. Nos dicen que, en este plan de dejar libros en diferentes puntos estratégicos, dejaron algunos en la comisaría de San Ignacio y una noche un grupo de adolescentes fueron demorados por correr picadas. Pasaron algunas horas en la comisaría, esperando a que sus padres los recogieran, y allí encontraron los libros. A los tres días, uno apareció en la biblioteca buscando el libro que había comenzado a leer. Nos pareció algo increíble y hermoso.


La Biblioteca 2 de Abril promueve la cultura y busca generar un impacto en la educación de su comunidad en Misiones y en todo el país.

De cara a lo que viene

Las bibliotecas ya no funcionan en su totalidad como las guardianas indiscutibles del conocimiento. Podemos ver en ellas una labor de difusión de la cultura en todas sus aristas. Son las instituciones que democratizan el saber y nos gusta pensarlas abiertas y brindando nuevas oportunidades.

En estos tiempos en el que el conocimiento puede cambiar el destino de una persona, las bibliotecas son ese puente que nos ayudan a encontrar lo que necesitamos y a ver el mundo con nuevos ojos.

La brecha digital parece no cerrarse en un país donde las oportunidades son aún desiguales. Y en diferentes puntos del país, una biblioteca se encuentra allí, donde su comunidad la necesita. Con un libro buscando ser llevado a una casa, con un juego para compartir entre pares, con una película para entretener y educar.

Aquellas que han sido mencionadas en este artículo, se encuentran, las tres, en camino hacia el reconocimiento estatal que les permita seguir creciendo y abriendo sus puertas, donde cada día, una persona ingresa para buscar eso que tanto nos gusta buscar: una nueva experiencia a través de la literatura o del arte. Y, seguramente, al entrar en ellas, las verá como ese paraíso del que nos habló Borges, solo que en su pueblo, en su parque, en su barrio.

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