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Eisenjuaz o la rebelión del silencio

Por Leonardo Gentile


En su novela Eisejuaz, Sara Gallardo inventa una lengua salvaje que desnuda la violencia de la civilización sobre la barbarie. Una lengua que subvierte las convenciones occidentales para nombrar en sus silencios aquello que nunca ha sido nombrado.


«Esta página pertenece, porque se lo prometí, a Lisandro Vega, mataco (wichí), treinta y seis años, encargado de sus compatriotas en el campo de la misión noruega que rige el padre Petersen», escribió Sara Gallardo en junio de 1968. Semanas antes había conocido en el Chaco salteño (Argentina) a Lisandro Vega, llamado por los suyos «Eisejuaz». Gallardo había viajado a instancias de su marido, el escritor Héctor Álvarez Murena, quien le había sugerido escribir «fuera de su clase». Y vaya si lo hizo.

En esta novela, Gallardo cuestiona los mitos de origen de la llamada organización nacional, que cristalizó en 1880. Lo hace, liberando a la literatura de la autoridad política que estructuró la tradición literaria argentina. Léase El matadero, de Esteban Echeverría; Facundo, de Domingo Sarmiento; La vuelta de Martín Fierro, de José Hernández; y también cuentos de Jorge Luis Borges como Historia del guerrero y la cautiva, que han sido canónicos en la construcción ideológica del concepto de barbarie.

Esa organización nacional, consagrada como triunfo de la civilización, supone el exterminio de buena parte de los pueblos originarios y la reducción de los sobrevivientes a la marginalidad y la servidumbre. En ese esquema, la figura del indígena, y la del místico han sido siempre objetos, ya sea de explotación o de estudio. Entidades que deben aislarse para ser estudiadas o dominadas. Para la gran tradición literaria argentina, ocuparon ese mismo lugar. Gallardo invierte esos términos y construye un sujeto anómalo en base a esas dos figuras. Por eso Eisejuaz aporta una voz y un punto de vista inéditos que, en palabras de Leopoldo Brizuela, constituyen un asedio poético a la cerrada cosmovisión de la oligarquía.


Lo que dice el silencio

El héroe creado por Gallardo habla en una lengua inventada que recrea la economía del vocabulario indígena, su uso del silencio, su capacidad de creación y su violencia, evidenciada en los aparentes errores en la sintaxis castellana. Esos errores no son tales, sino transgresiones para forzar a la lengua de los poderosos a nombrar aquello que se ha relegado al silencio. Por ejemplo, al colectivo indígena, en tanto objeto de explotación:


«─No se comemos: se enfermamos.

─No comemos, hijo. No comen porque toman. Así se enferman».


Eisejuaz explica el padecer de su comunidad a Doña Eulalia, su patrona blanca, usando una construcción gramatical de pronombres reflexivos en tercera persona y verbos en primera persona del plural. Esa combinación convierte al efecto de una acción comunitaria en algo dado, despersonalizado, un designio provocado por una entidad ajena y negativa que afecta el destino colectivo. Hay una visión chamánica en esa conjugación. Un ordenamiento diferente de causas y efectos (Docampo). Podría leerse que esa entidad ajena es la civilización que degrada el hábitat de los wichís impidiéndoles la subsistencia. La respuesta de la patrona nunca es solidaria ni comprensiva, siempre es correctiva y discriminadora.

Ese intercambio muestra dos perspectivas culturales que se enfrentan a lo largo de toda la novela. Los blancos no pueden entender a los wichís y, desde su posición dominante, los prejuzgan y los catalogan como vagos y viciosos. Y cuando Eisejuaz descubre algo que su pueblo no conocía se queda sin palabras para describirlo. Llama al prostíbulo simplemente «la casa de las mujeres», porque no concibe semejante grado de explotación extrema.


«Conocedor del mal entre los suyos, vio una tristeza nueva. No dijo nada».


Todo lo que Eisejuaz calla, desde su lugar de sumisión, lo dicen sus silencios que sugieren todolo que aún no puede traducirse de una cultura a otra (Brizuela).


La barbarie de la civilización

Cuando no hay silencios, Eisejuaz traduce la civilización y lo hace mostrando su barbarie (Colanzi). Gallardo marca aquí otra ruptura con la tradición literaria: pacta con un indígena y desde su punto reescribe la historia. La irrupción del cristianismo, expresión blanca de lo sagrado, no lo hace sentir salvado, sino «comprado por el Señor» y lo convierte en siervo del Paqui, un personaje lumpen pero blanco. Internaliza así una espiritualidad europea desde los parámetros propios, a través de rezos de gran efecto poético:


«Ángel del anta, haceme duro en el agua y en la tierra para aguantar el agua y la tierra (...) Ángel del suri, dejame correr y esquivar y dame la paciencia del macho que cuida de la cría. (...) Vengan, díganme, prendan sus fuegos, hagan sus casas, cuelguen sus hamacas en el corazón de Eisejuaz».


Atrapado entre dos culturas, Eisejuaz se convierte en un territorio en disputa. Es un traidor para los wichís, que lo necesitan como jefe. Es un indio roñoso para los blancos, aunque lo quieran «en el camino del Señor». Termina aislado e inicia un proceso constante de interiorización de sus semejantes, de los acontecimientos y del espacio circundante (Hopenhayn). «Un animal demasiado solitario se come a sí mismo», le dicen a Eisejuaz. Su comunión con la tierra, los ríos y los seres vivos se manifiesta como una intimidad externa, que vincula la escritura de Gallardo con la de Clarice Lispector o Ana Cristina César. En palabras de Florencia Garramuño (2006) lo personal aparece atravesado por fuerzas externas. El sujeto se descentra y es «Eisejuaz, Éste También, el del camino largo, el comprado por el Señor, Agua que corre». Voces diversas lo tensionan y hacen indistinguibles la intimidad y el exterior. Lo íntimo es un cuerpo extraño al cual el propio sujeto jamás puede llegar más que con acercamientos esporádicos. Estos movimientos producen una deriva que, en el caso de Eisejuaz, se traduce en un viaje espiritual que concluirá en la inmolación. Su vida será la prenda entregada para reconciliarse con su pueblo y salvar la principal riqueza indígena: su espiritualidad.


Un espíritu que corre

El héroe de Gallardo peregrina desde el centro de la civilización hacia la periferia. Carolina Grenoville equipara ese itinerario con el que Martín Fierro había transitado en «La ida» y lo opone al que emprendió en «La vuelta». La misma sociedad que lo integró en un tiempo no tan lejano (fue capataz en la misión, obrero del aserradero, delegado de sus paisanos) ahora lo expulsa hacia los márgenes junto a lo que esa sociedad desecha (personajes como Paqui o desperdicios como la chapa que usará el indio para hacer su casa). El de Eisejuaz es un camino de resistencia, enfrentando tentaciones para reinsertarse en la civilización. En ese peregrinar lo sigue la sombra del odio y de la muerte, encarnada en el personaje de «la vieja de los chahuancos».

No detendrá a Eisejuaz, «el del camino largo, Agua que corre» ─como lo llama la imaginación de Gallardo─, hasta alcanzar su destino. «Agua que corre», el nombre del ente sobrenatural de Eisejuaz, es la traducción de «Leuvu-có». Ese vocablo nombraba el lugar donde habitaba el jefe ranquel, según Lucio V. Mansilla. María Roso Lojo destaca esa conexión que Gallardo establece con Una excursión a los indios ranqueles, una obra que se corre del molde ideológico que reinó en la narrativa argentina del siglo XIX. Ese vínculo remite al legado espiritual de las culturas indígenas que va a liberarse cuando se apague el último aliento de Eisejuaz.

A la hora de inmolarse, estará acompañado por la chica wichí a la que había rescatado de la explotación en el burdel. Ambos son gente de la tierra y viven fuera de la sociedad. Eisejuaz y la muchacha representan el extremo de la alteridad. El amor y la muerte llegan juntos, como el aparente fracaso y la victoria secreta. Él la cura sin querer, ella lo envenena por error y provoca su muerte: condición necesaria para que su espíritu se libere.

«Agua Que Corre se levantó, y una alegría lo llenó, y lo pintó de un color que no puede decirse, y estuvo libre, y abrió el brazo que tiene y que es verde, color de la lengua que nadie puede ver, y gritó. Y se fue. Eisejuaz, Éste También, quedó para ser barro y pasto. Y cumplió».


A pesar de las derrotas, la espiritualidad del indígena ─su mayor riqueza ─ es inmortal. Esa liberación final corona la epopeya de Eisejuaz.

A través de su lengua desviada y de su mirada salvaje, los discursos que sostuvieron la organización nacional se desnaturalizan. El desierto se vuelve un destino de plenitud y la civilización se convierte en un pasado bárbaro, en la voz y en los ojos de Eisejuaz. La novela reescribe la historia argentina, tal como fue concebida por la oligarquía. Una resignificación que valoriza la ignorada sensibilidad aborigen y además libera a Gallardo de la cárcel de la clase social en que nació.



 

Bibliografía

.-. Brizuela, Leopoldo, Prólogo a Narrativa breve completa, de Sara Gallardo. Buenos Aires, Emecé, 2004

.-. Colanzi, Liliana, Eisejuaz (1971), de Sara Gallardo en Libros para ampliar el boom, Suplemento Babelia, El País, Madrid, 26 de octubre de 2019.

.-. Docampo, Mariana, La experiencia Eisejuaz, en Escrito en el viento : lecturas sobre Sara Gallardo / José Amícola ... [et.al.] ; compilado por Paula Bertúa y Lucía María de Leone. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras UBA, Buenos Aires, 2013.

.-. Gallardo, Sara, Eisejuaz, AGEA, Buenos Aires, 2000

.-. Gallardo, Sara, Macaneos: Las columnas en Confirmado 1967/1972. Ed. Winograd, Buenos Aires, 2015

.-. Garramuño, Florencia, En estado de emergencia: poesía y vida en Ana Cristina Cesar, prólogo de Álbum de retazos, de Ana Cristina Cesar, Buenos Aires, Ed. Corregidor, 2006.

.-. Grenoville, Carolina, Eisejuaz (1971) de Sara Gallardo: Una mirada otra al espacio del blanco, en Revista Filología XLII, 2010, pp 97-112. UBA. Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Filología y Letras Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, Buenos Aires.

.-. Hopenhayn, Silvia, La extraña y bella prosa de Sara Gallardo, en La Nación, Buenos Aires, 22 de mayo de 2013.

.-. Lojo, María Rosa, Los “otros”: mujeres y aborígenes en la narrativa de Sara Gallardo, en Escrito en el viento : lecturas sobre Sara Gallardo / José Amícola ... [et.al.] ; compilado por Paula Bertúa y Lucía María de Leone. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras UBA, Buenos Aires, 2013.

.-. Piglia, Ricardo, Ideología y ficción en Borges, en Punto de vista, N° 5, Buenos Aires, marzo 1979.


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