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Correspondencia: Victoria Ocampo / Virginia Woolf

Por Juan Francisco Baroffio



Victoria Ocampo es, sin dudas, una de las mentes más brillantes que ha dado el suelo argentino. Mujer visionaria, comprometida con la cultura y la libertad y transgresora de las normas sociales y morales absurdas. Artífice de una verdadera promoción cultural dentro y fuera del país, a ella y a la revista Sur le deben mucho los escritores hispanoamericanos. Ya sea cuando se los dio a conocer a otras latitudes o cuando acercó a ellos las brillantes traducciones al castellano de los grandes escritores contemporáneos como Joyce, Michaux, Greene, Camus, Huxley. También de su admirada Virginia Woolf.

Desde hace algunos años la Fundación Sur, custodia el patrimonio cultural de Victoria Ocampo y ha confiado en las editoriales independientes para preservar y reeditar su obra. Las editoriales independientes, siempre tan entusiastas por el rescate de textos que interpelan a los lectores contemporáneos, han respondido con cuidadas y hermosas ediciones. Tal es el caso de la correspondencia entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf, que hoy edita Rara avis con traducciones muy meritorias de Virginia Higia y Juan José Negri.

Es para destacar el trabajo introductorio de Manuela Barral. La joven estudiosa de la vida y legado de Ocampo nos guía en el extraño encuentro con Woolf, a quienes unía la literatura y su vocación de mejorar la vida de las mujeres.

En el intercambio epistolar, el que conservó celosamente Victoria (aunque también se encargó de quemar algunas cartas), conocemos los pormenores de sus encuentros y algunas de sus charlas. También sobre el interés de Victoria por traducir y editar Un cuarto propio, lo que haría en 1932 con traducción de Jorge Luis Borges.

Más interesante aún es Virginia Woolf en su diario, el breve ensayo biográfico sobre la escritora londinense que escribió la argentina en 1954 y que completa la publicación de Rara avis.

Formidable memorista y ensayista, Victoria tiene la particular facilidad y virtud de adentrarse en el propio espíritu de la persona a la que estudia. Sus ensayos biográficos no son un manejo taxativo de fechas y hechos. En su escrito sobre Virginia Woolf nos da las pautas para una mejor interpretación de su vida, su pensamiento y su obra. La interacción profunda y compleja de estos elementos en la vida de cualquier persona nos es presentada por Victoria en forma sutil y amena, con su prosa bellamente construida. Ya había sido con otro compatriota de la autora de Orlando, con quién se inició en este campo ensayístico. Con el casi mítico T. E. Lawrence (Lawrence de Arabia como lo inmortalizó la cultura popular), ensayó sus primeras armas y publicó 338171 T.E. en 1942. En esta obra breve expresa una convicción filosófica que atravesará toda su producción: <<El poeta dice “yo” en cada verso. El novelista dice “yo” ocultándose detrás de sus personajes; el filósofo, detrás de sus teorías; el crítico detrás de cada juicio objetivo. Y nada de esto tendía interés si fuese de otro modo>>.

La Virgina Woolf que nos presenta Ocampo es la de la totalidad de un complejo arcano de mente, cuerpo y espíritu. Su obra nos resulta, entonces, clarificada y revitalizada por la interpretación de la intelectual argentina. Victoria no oculta su admiración y comunión personal con Virginia. No pretende posicionarse en la distancia del erudito que aborda a su objeto de estudio con la frialdad de la objetividad. Y en esto radica su principal valor. La admiración personal hace que, como si se tratara de una suerte de espejo, también veamos y comprendamos mejor a Victoria.


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