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Biografía fantástica

Por Juan Francisco Baroffio


La torre de marfil estaba inclinada. Esa torre era la de la educación burguesa inglesa, la que a los victorianos les permitía observar el mundo y escribir con el orgullo de quien sabe que sus cimientos son sólidos y que, además, confía y admira a sus arquitectos. Pero para la generación posterior, esa torre se tuerce y amenaza a los de la cumbre. Entre esos que ya no confían en la educación burguesa, que reniegan de los valores victorianos y que se resienten de los arquitectos encontramos los nombres de D.H. Lawrence, de James Joyce, de Aldous Huxley y de T. S. Elliot. También el de Virginia Woolf, la creadora de esta metáfora, que dejó reflejada en su ensayo The Leaning Tower (1940).

Los escritores ingleses de la Era de la Ansiedad, como la bautizara W. H. Auden en su célebre ensayo (1947), ya no podían salir al mundo y dejarse llevar por las maravillas de la modernidad y de la prosperidad de un imperio floreciente. La muerte de la reina Victoria había iniciado el final simbólico de una era y las dos guerras mundiales lo habían sellado. Por eso, estos escritores tuvieron que aislarse y buscar en sí mismos. No por nada autores como Joyce y Woolf experimentaron tanto con las formas de la novela.

Virginia Woolf es, tal vez, la más sobresaliente de este grupo. En ella, la novela encuentra nuevas formas, sobre todo abandonando el modo lineal como ya había hecho Lawrence Sterne en el siglo XVIII. Pero en la orgullosa londinense, la obra se construye sobre la emoción y el pensamiento. Casi como si prescindiera de los cuerpos. Algo, por otro lado, que tiene asidero en su propia psicología. Era una mujer circunspecta, reacia al contacto físico y temerosa de la decadencia inexorable de la vejez.

En Mrs. Dalloway (1925), lo que verdaderamente importa de ese día son sus reflexiones acerca de la vida y de sus amigos y lo que ellos opinan sobre ella. Algo, sin embargo, cambia y la hace profundizar la experimentación que ya venía llevando a cabo desde su primera novela The Voyage Out (1915).

En Orlando. A Biography (1928), Virginia Woolf agrega un elemento humorístico, vitalista, que hasta el momento no había tenido la importancia que cobra en esta novela. Es una vez más su propia biografía la que nos da las respuestas de este cambio. La ya famosa relación amorosa y sexual con la aristócrata y escritora Vita Sackville-West cambia en cierto sentido la vida de Woolf. El rechazo al contacto físico es vencido. Los sentimientos afloran y aunque la relación de ambas mujeres no es para nada ideal, impregnan de vida. Porque Orlando es, sobre todo, una celebración de la vida.

Orlando (inspirado en Vita Sackville-West y su familia) es un joven y bello aristócrata de la Era Isabelina. Explora y siente todo. La naturaleza, tan apreciada por los británicos, explota de colores y formas en el pensamiento del protagonista. El estilo es visual y musical. El amor, lo sensorial, el lenguaje, lo mundano, pasa por el tamiz de Orlando. Y se intensifica, o muta, o se atenúa, con su cambio de sexo. Porque en el momento en que nuestro protagonista cambia a Lady Orlando, también cambia su punto de vista. Es, tal vez, el momento en que más se evidencia en su obra literaria aquello que Virginia Woolf defendía como tesis estética: el punto de vista o estilo femenino. Para ella, el deber de las escritoras no consistía en hacer lo que se entendía por literatura femenina, sino contar el mundo desde el punto de vista femenino.

No es casual que Virginia Woolf experimente con el género de la biografía en esta obra. Algo que volverá a hacer en Flush. A Biography (1933), en la que seguimos la vida y pensamientos del cocker spaniel de la poeta Elizabeth Barrett. En 1921, su amigo y camarada del Círculo de Bloomsbury Lytton Strachey, publica Queen Victoria, biografía de la monumental reina-emperatriz. Considerada un hito y su obra maestra, en ella se aparta de la solemne biografía de hechos y fechas y compone un retrato humano. Por otro lado, sir Leslie Stephen, el padre de Virginia Woolf, había sido editor y gran erudito del Oxford Dictionary of National Biography. A los victorianos los apasionaban las fechas y los hechos. Pero Orlando, es una biografía en la que las fechas y los hechos no son absolutos. Su protagonista atraviesa casi cuatro siglos sin envejecer y sin que a nadie extrañe su continua juventud y presencia.

Este elemento fantástico, que Borges puso tan en realce en su traducción de 1928 y que tanto influyó en los autores latinoamericanos, también permite a la autora explorar y dejar en evidencia las diferencias sociales y culturales que las mujeres padecían. Lady Orlando es censurada, difamada y mandada a callar por las mismas cosas que en el Orlando hombre eran celebradas. Incluso corre el riesgo de perder la antiquísima fortuna familiar, repleta de reliquias, objetos inestimables e historias demenciales. Y por eso debe buscar marido. Orlando es una sátira brutal contra el sexismo, pero no está opacado por un tono pedagógico y panfletario. La historia y sus fantasías fluyen con ligereza.

Cuando llegamos al final de la obra, situada en un 11 de octubre de 1928, Lady Orlando está al borde de un lago en Hyde Park. Y de alguna forma, aunque celebra la vida y el amor, también siente la fragilidad de la humanidad que John Donne sintió en el siglo XVII. El poeta metafísico, tan admirado por la generación de Virginia Woolf, sintió que la torre de marfil del conocimiento medieval se inclinaba y que estaba al borde de un mundo nuevo y de que él no sería parte. La vida de Virginia Woolf y la novela terminan sin saber de los cambios que vendrán. Ella no sintió las fuerzas para enfrentar al nuevo mundo. Su novela, sí. Tiene la fortaleza de los clásicos.



 

Novela publicada en 1928 en Londres por Hogarth Press, la editorial fundada por la autora y su esposo Leonardo Woolf. La primera edición en castellano fue editada en 1938 por la editorial Sur (creada por Victoria Ocampo), con traducción de Jorge Luis Borges.

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