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Arrebato del día, fin de la noche

Por Juan Francisco Baroffio



REALINI, Sebastián: Arrebato del día, fin de la noche. Bahía Blanca. Hemisferio Derecho, 2022.


Hay una poesía urbana que se deja escuchar en el silencio sonoro de las calles y avenidas. Un montón de ruidos forman el silencio de la noche. En las urbes que crecen y se expanden, que se muestran indiferentes. Pero esa poesía solo puede ser captada por el oído de unos pocos.

Sebastián Realini tiene el oficio y el oído entrenado. Nos lo revela así en su poemario Arrebato del día, fin de la noche. Las persianas desajustadas, los vidrios de los edificios, las casas bajas, los grafitis de una calle cortada, parecen hablarle en su idioma secreto al poeta que camina las calles y que les toma el pulso. El poeta late con el asfalto, el concreto y el cemento. Conoce sus mutaciones, sus variaciones, lo que cambia para ser siempre igual.

Hay cierto tono melancólico que atraviesa la obra. Como de quien pierde lo que va viviendo. Como si el autor temiera no tener más al barrio de Ciudadela. Como si el fervor pudiera desaparecer.

En lo mundano, en el ruido, en el aparente caos de la contaminación sonora y visual, estos poemas encuentran su eje, su ancla. En esa confusión llega el amor. Se produce un inesperado diálogo secreto. La ausencia también tiene algo que acotar.

Realini nos cuenta de su barrio, de su trajín. Nos deja ver que una puerta verde es más que un objeto de un color determinado que recibe pelotazos. Nos describe el paso de las horas con los colores que mutan con los movimientos del sol. Y esa puerta verde se vuelve tiempo, esencia y guardiana de un hogar.

Si hay algo que el poeta no pierde de vista es que detrás de las puertas y persianas, detrás de las paredes, hay sueños, temores, esperanzas. Los suyos, los de otros. Porque una ciudad es lo que quieren sus habitantes. Una ciudad es ese conjunto de seres que hacen ruido, que prenden luces, que construyen y demuelen. La ciudad y su gente forman un animal vivo que puede ser feroz. En una gran ciudad y en un barrio que tiene sus tiempos y sus códigos, la poesía, con su diálogo infinito, ahuyenta la soledad.



 

Para leer en sintonía:


Misas herejes, de Evaristo Carriego (Interzona, 2019): los arrabales de la vieja Ciudad de Buenos Aires y su gente cobran un cariz casi mitológico en la única obra publicada en vida del joven poeta tan admirado por Jorge Luis Borges.


Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca (Galaxia Gutenberg, 2015): una de las obras más maduras del poeta granadino, como testimonio de su fascinación por la gran urbe que ya a principios del siglo XX se posicionaba como modelo cosmopolita.

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