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Alfred Jarry, patafísico y uranista

Actualizado: 16 nov 2020

Por Walter Romero




Jarry/Ubú

«Ninguna parte está en todas partes», dijo el escritor francés Alfred Jarry nacido en Laval en 1873. Jarry es el creador del personaje de Ubú, ese extraordinario personaje-fetiche cuya ambigüedad jamás podrá ser estabilizada: mezcla rara de «ferocidad burguesa» y de «repugnancia a la hipocresía». Sin embargo es fama que en el principio —o en la protohistoria del conjunto de obras que tiene como protagonista a Ubú— el personaje surgió de una estudiantina que los hermanos Morin escribieron para burlarse de Monsieur Hébert, su profesor de física.

Cuando Jarry se les unió -y entró al «culto de Hébert»- rebautizó la obra como Les Polonais (Polonia es siempre Ninguna parte) y transformó el apodo Ebé, del malogrado docente, en el rotundo y anfractuoso Ubú. Este «ícono» surgió de la prueba y error de un títere hecho con restos de una sábana y mucho cartón: «carnadura» grotesca (y siniestra) que supo —en su desorden y efectiva precariedad— simbolizar una figura que anunció el siglo XX mucho antes de que aparecieran el coleóptero kafkiano y otros artrópodos surrealistas.

Ubú —acaso como también Jarry, su «creador»— nunca es uno. Parece tener colmillos, nariz puntiaguda, faz porcina, una afamada espiral tatuada en la panza y un caparazón de cartapesta. Además transporta su conciencia en una maleta y está esposado —en matrimonio «desigualitario» de desfachatez y locura— con Madre Ubú, que lo incita a los mil «trastocamientos» y lo trata de «blandengue» y «poco hombre».

Ubú —que es innoble no sólo de la cintura para abajo— luego de defenestrar a sus enemigos (reyes, financistas, oficiales y otros seres nefastos) se dedica—con disloque anarco— a poner en ejecución sus “debilidades” y acaso nuestras crueles y delirantes contradicciones. De múltiples y disparatadas refutaciones de lo razón y de la realidad está hecho no sólo Ubú sino también la patafísica, suerte de ciencia de «las soluciones imaginarias» que Jarry inventó para estudiar, en grado sumo, extravagancias y particularidades que hoy designan en parte el delirio de nuestra más delirante contemporaneidad.


Jarry/Fargue

Cuando la familia de Alfred se muda de Rennes a Paris, Jarry ingresa en el liceo Henry IV. Allí conoce al poeta León–Paul Fargue con quien vive una pasión de «hermanos demasiado gemelos» encendida acaso por la atracción que le despertó a Jarry la labia de Fargue y su memorable figura. Fargue lo introdujo en el mundo del arte y Alfred se fascinó con la abstracción de formas que confirmaría sus propias intuiciones: el arte debía reducir los objetos a sus trazos esenciales.

La creación —de su postulada «máquina de descerebrar» que tanto deleitó a Artaud y a Deleuze— no vendría a ser otra cosa que el borramiento tenaz de los detalles para que no quede ninguna otra cosa que una «certera silueta»: Ubú afirma y contradice, en patafísica intrepidez, la ejecución de ese «método»: si se mira reconcentradamente una espiral, ésta empieza a girar.

Fargue declaró años después que con Alfred exploró «la inmensa variedad del vivir», pero que ese muchacho «afectuoso y sentimental, que hablaba rápido, con una voz alegre y clara, nada tenía aún de esa sequedad fabricada, de ese acento ubuesco, de esas actitudes que él elegiría más tarde para el resto de su vida».

Como siempre, la categoría de homosexual reduce solo a un trazo la filigrana rica y sinuosa de una vida. Fue Oscar Wilde quien declaró que Jarry —que gustaba de juegos travestis con su amiga Rachilde, la única mujer en conseguir «permiso» para ejercer el transformismo callejero— era un «modelo» de uranista, término que en la época designaba —con higienismo— a la psique femenina «encerrada» en un cuerpo de varón.

Cuando los padres de Fargue se dieron cuenta que el affaire de su León-Paul con Jarry podría terminar como el sonado caso Rimbaud/Verlaine mandaron de viaje a su hijo. Jarry quedó solo y un poco trastornado: un fervor locomotivo le hizo creer que su bicicleta Clément Luxe –de erotómanas manivelas desmontables y pneumatiques Dunlop— era una suerte de «esqueleto externo» y que el revólver con que solía «acompañarse» era una extensión dignísima de sus pulsiones.

Jarry nunca reveló los motivos de la ruptura con Fargue, pero ficcionalizó el amorío en Harldernablou (1892) y en Los días y las noches (1897).

Muy cerca de cumplir los treinta –unos pocos años antes de morir en plena juventud— Jarry, ya enfermo y afectado, consideró oportuno dejar reposar el «ornato» de sus inclinaciones primeras. Sin embargo, nos legó en su «novela moderna» la figura de un hombre nuevo que se multiplica con fuerza sobrehumana en fatal utopía: El Supermacho (1902).

«No habremos logrado derribar todo a menos que también demolamos las ruinas», dijo el escritor francés Alfred Jarry, muerto en Paris en 1907.



 

(Buenos Aires, Argentina) Doctor en Letras (UBA) Poeta, traductor y profesor universitario. Desde 1997 integra la cátedra de Literatura Francesa de la UBA. Investigador de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Valencia. Profesor titular del Colegio Nacional de Buenos Aires. Director del Instituto de Investigaciones en Humanidades (IIH) “Dr. Gerardo H. Pagés”. Ha sido becario de los gobiernos de Canadá (2012) y de Francia (2010), de la Fundación Carolina (2003), de la Rotary Foundation (1995) y de la Unione Latina (1992). Prologó y/o tradujo, entre otros, a Racine, Sade, Maupassant, Apollinaire, Schwob, Vian, Bonnefoy. Kristeva, Rancière, Bon y Copi. En poesía ha publicado Estriadoy El niño en el espejo.Parte de su obra ensayística está compilada en Escrituras del Otro en autores de la literatura francesa (comp.) y en su Panorama de la literatura francesa contemporánea. Sus estudios sobre traductología se incluyen en Traducir Poesía (dos tomos). Su último libro es La poética teatral de Alain Badiou. De Ranas de Aristófanes a Citrouilles (Leviatán, 2018/declarado de Interés Cultural por la Legislatura porteña GCBA), primer estudio en español sobre la teoría teatral del filósofo y dramaturgo francés. Colaborador habitual del Suplemento Soy del Diario Página/12, pionero en temas de LGTBQ+. Ha publicado más de cincuenta artículos sobre literatura francesa y francófona. Preside la Asociación Argentina de Profesores de Literatura Francesa y Francófona (AALFF) y uno de los referentes en su especialidad en el ámbito de América Latina.




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