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Foto del escritorUlrica Revista

Un desacierto interpretativo borgesiano

Por Pedro Luis Barcia


Edición aniversario - Especial Jorge Luis Borges

Borges aportó claras distinciones entre la poesía tradicional y la gauchesca, anticipándose a los especialistas, y escribió ensayos sobre este género, así como reelaboró, en un par de sus ficciones, materia del poema de Hernández [1]. Su librito El Martin Fierro [2] contiene apuntes varios: agudas observaciones, como cuando señala que el Negro estaba derrotado antes del duelo porque había dejado de lado su proyecto, que era divertirse, y entró en la intención del otro, que era pelear; algunas estimaciones discutibles, como su afirmación de que el poema hernandiano es una novela en verso, tesis tomada de Calixto Oyuela, lo que se suele ignorar. Entre aciertos y tesis discutibles, atenderé aquí –el espacio es inicuo-a lo que estimo un desajuste interpretativo borgesiano [3].

Precisamente, en la escena del final del duelo con el Negro, el texto dice:


«Limpié el facón en los pastos,

desaté mi redomón,

monté despacio y salí

al tranco pal cañadón» (vv. 1249-1251).


Borges apunta: «El ‘monté despacio’ del penúltimo verso corresponde al evidente propósito de no mostrar temor ni remordimiento» (p.39).

Estas palabras revelan que Borges está leyendo more orillero y no gauchesco el texto. Hace del gaucho un compadre. Por eso pifia en su interpretación. La lentitud de los movimientos de Fierro, no son la exhibición teatral de gestos que exaltan la «profesionalidad» del cuchillero, que no siente remordimiento, el dominio de la escena, la jactancia y alarde de su acción, frente al previsible público. No, lo que ocurre es que Fierro está agobiado porque se ha «desgraciado»: se ha cargado la muerte de un hombre y, al tomar conciencia de ello, lo apesadumbra este hecho tanto que le imprime una suerte de ralentización a sus gestos y movimientos. No se trata de las maneras ostentosas del compadre que hace gala de su autodominio en una coreografía visual. Por el contrario. Fierro está abatido en su ánimo y lo reflejan sus gestos graves y despaciosos. Y el «remordimiento» lo perseguirá, como lo confirma el final del pasaje (vv. 1253-1264). Reléalo, lector, si todavía está ahí.

Por vía de prueba de lo que digo, traigo a cuenta lo que apunta Eduardo Gutiérrez de su protagonista, Juan Moreira, en el momento inmediato en que ha abatido en duelo al gringo Sardetti: «Fue hasta el palenque, desató su caballo y se le sintió alejarse al trotecito, como si quisiese aclarar sus ideas antes de llegar al paraje al que se encaminaba». Y poco más adelante: «Moreira caminó así un cuarto de hora, con la cabeza inclinada sobre el pecho, el brazo derecho caído sobre las vueltas del lazo trenzado y la mano izquierda con las riendas llevadas al acaso, apoyadas sobre la cabeza del recado» (Cap. «Los amores de Moreira»).

Esa es la imagen del agobio por haber muerto a un hombre. Escena y actitudes que se repiten en otros duelos de los personajes del mejor novelista argentino de sus días (según opinión de Lugones y de Darío), Eduardo Gutiérrez, en obras como Juan Cuello o Pastor Luna, que podría retraer aquí. Borges vio la escena con ojo orillero y no de gaucho pampeano. Se le impusieron los modales del compadrito, del taura, del guapo, del taita por sobre los propios del gaucho.


[1] Ver Barcia, Pedro Luis. “Martin Fierro en dos ficciones de Borges”, en José Hernández. La Plata, UNLP, 1972, pp. 209-232.

[2] Borges, J. L. El Martin Fierro. Buenos Aires, Ed. Columba, 1953.

[3] En otros sitios he defendido con fundamentos, el uso del adjetivo, «borgesiano», por sobre «borgeano» o «borgiano».


Ilustra Mirabella Stoor @mirabellastoor



 

Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos (Argentina). Es doctor en Letras, lingüista, investigador universitario y profesor argentino. Fue presidente de la Academia Nacional de Educación y de la Academia Argentina de Letras. Estudió profesorado en Letras y luego se doctoró en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. Miembro correspondiente de la Real Academia Española, entre otras. Es autor de numerosos y elogiados libros, trabajos académicos, folletos, opúsculos, estudios preliminares, capítulos de libros, monografías y artículos. Su más reciente publicación es La poesía de Martínez Estrada (Vinciguerra – Fundación Argentina para la Poesía).



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