Reconocida como una de las intelectuales más prestigiosas y lúcidas de la Argentina, María Sáenz Quesada tiene en su haber más de una docena de libros publicados. Comprometida con la pluralidad de voces y una permanente defensora de las instituciones, nos ayuda a conocer mejor el panorama actual de la divulgación de la historia.
María Sáenz Quesada es una mujer elegante y de estampa distinguida. La seguridad de su conversación no se apoya tanto en sus ilustres antepasados como en su meritoria carrera intelectual. Historiadora prestigiosa, ha alcanzado altísimos reconocimientos y condecoraciones en los campos de la ciencia de la Historia y de la Cultura, tanto en nuestro país como en el extranjero. Por ejemplo, fue condecorada con la Orden de las Artes y las Letras de la República de Francia. Una de las distinciones más encumbradas del quehacer intelectual.
Pero sería un error creer que se trata de una mujer que considera a la historia como un ámbito de las élites culturales. Gran parte de su producción está destinada a la divulgación de la historia argentina y que esta sea asequible para el gran público. Una conciencia de que la historia es para toda la nación. No en vano fue la primera sucesora de Felix Luna al frente de la revista Todo es Historia. Considerable ha sido su aporte en las más de cinco décadas en que la querida revista se convirtió en parte de la vida de muchos argentinos. Si Sur fue la revista literaria que desde Argentina marcó el panorama literario latinoamericano, Todo es Historia lo hizo en el de la historia. Y María no fue una actriz secundaria en este mérito.
Generosa maestra de muchos jóvenes historiadores, es un ejemplo de las virtudes de la objetividad y la seriedad que tienen que ser el norte de cualquiera que quiera ser un profesional en aquella rama del conocimiento de la que el Quijote dijo: «Historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir».
ULRICA: Hoy pareciera que existe una mayor apertura a la participación de la mujer en los diversos campos de estudio, ¿pero cómo fue, en tus inicios, hacerte un espacio en el campo de la historia que era un ámbito dominado casi exclusivamente por hombres?
MARÍA SÁENZ QUESADA: Ese “hoy” me resulta exagerado. Hace más de medio siglo que las mujeres profesionales de la historia, como docentes universitarias e investigadoras, ocupan lugares destacados, incluso académicos. Y en el pasado, no olvidemos que la primera historia de la Argentina la escribió Juana Manso, una pionera sin duda. En cuanto a mi situación, al comenzar a escribir, primero tímidamente, porque la categoría de “historiadora” no se adjudicaba tan fácilmente como ahora, debo admitir que fui muy bien recibida. Ser joven, y mostrar entusiasmo por la disciplina, constituían una ventaja más que un inconveniente (salvo casos puntuales de mezquindades en algunos supuestos “maestros” que vieron con malos ojos la posible competencia).
U: ¿Cómo escribir historia argentina sin caer en las tendencias partidarias en un país tan politizado?
MSQ: Escribir historia argentina en forma equilibrada en un país donde el pasado es usado sin pudor por las facciones políticas en busca de justificaciones del presente, implica un compromiso de honestidad inicial, y la voluntad de asumirlo y mantenerlo; esto significa buscar la verdad, o acercarse lo más posible a ella, sobre la base de fuentes confiables; descartar asuntos en los que nuestra toma de partido previa, por motivos emocionales más que racionales, pueda inducirnos a volcar la investigación en un sentido ajeno a los hechos. La mayor satisfacción, es lograr que en asuntos discutidos, nos lean los de una trinchera y los de la otra, y ambos encuentren materiales que los ilustren y los inviten a pensar un poco más. Por mi parte, no pretendo convencer a nadie, sino aportar ideas y conocimientos al debate. Así lo concreté últimamente, en 1943. El fin de la Argentina liberal. El surgimiento del peronismo. Y desde luego, recomiendo no adjetivar.
U: Vos escribiste mucho sobre mujeres importantes de la historia, incluyendo a algunas que fueron controvertidas en la política reciente, como Isabelita Perón y, en algunos casos, muchas de ellas no habían sido estudiadas o lo habían sido muy escasamente, como el caso de Encarnación Ezcurra (solo mencionada en las biografías o textos relacionados con su esposo). ¿Por qué creés que estas figuras femeninas no eran objeto de interés para el público en general o solo para los historiadores?
MSQ: La historia de las mujeres ha tomado mucho impulso en los últimos años en la medida en que el feminismo se impuso en los medios intelectuales y en los centros de estudios. No ha sido fácil acceder a documentos más vinculados a la vida privada que a la vida pública; hay que buscarlos, rescatarlos tal vez, interpretarlos y lograr que interesen al público. En esto se abren dos caminos posibles, el de la investigación histórica y el de la novela. Yo elegí el primero y tuve el privilegio de escribir retratos biográficos de mujeres argentinas del siglo XIX, en Mujeres de Rosas y en Mariquita Sánchez, vida política y sentimental. En los dos casos, el material de cartas privadas contenían un verdadero tesoro de información sobre la época y los personajes. Recuerdo la emoción de encontrar, ya publicada la primera edición de Mujeres de Rosas, las cartas de las hijas naturales de Juan Manuel, conservadas en un archivo privado, que incluí en ediciones posteriores. En cambio para escribir sobre Isabel Perón, los documentos fueron más escasos, por lo que me aboqué a construir un cuadro de época en el que La primera presidente se constituía en el eje central de la etapa más violenta y dramática de nuestra historia del siglo XX.
U: Muchos historiadores son críticos de la novela histórica, sin embargo asistimos a un creciente interés del público por este género que, hoy en día, va casi de la mano con la novela romántica. ¿Cuál es tu opinión, como historiadora, sobre el auge de este género y a qué atribuís el interés que suscita en su público?
MSQ: El renovado auge de la novela histórica tiene que ver con un público que quiere informarse sobre el pasado sin esfuerzo, ni citas ni referencias, y dispuesto a dejarse llevar por la lectura y la imaginación del autor. En síntesis, una lectura fácil, entretenida. Lástima que ese género, que tiene excelentes posibilidades, derive en novelas románticas, sin mayor documentación ni credibilidad, a menudo sin valores literarios, cuya principal motivación es el posible éxito de ventas.
U: Hoy vemos que un público cada vez más amplio consume historia ya sea a través de libros, podcasts o artículos, y que se interesan por algunos personajes de nuestra historia nacional o por usos y costumbres de otras épocas. ¿Cómo se dio ese acercamiento como para que muchos historiadores actuales sean best-sellers y lleguen a ese público que va más allá del lector tradicional de historia?
MSQ: También es verdad que los historiadores profesionales, formados en el rigor, olvidan que la historia es una disciplina que merece ser bien escrita y narrada y de este modo dejan el campo libre para versiones más accesibles y marquetineras que por lo general poco tienen que ver con el pasado. Hay excepciones, claro. Lograr que una investigación rigurosa tenga muchos lectores es un arte difícil que Félix Luna, fundador de la revista Todo es Historia, alcanzó en su tiempo, con varias obras que siguen vigentes.
U: Para finalizar, nos ponemos curiosos: ¿Qué libros tiene María Sáenz Quesada en su mesa de luz?
MSQ: Durante la pandemia trabajé dos temas, el Bicentenario de Belgrano, y los Conservadores y la ley Sáenz Peña; lecturas de historia al margen del trabajo, son La Revolución rusa, de Pipes , y Posguerra, de Judt, este ultima como relectura. Ambos son voluminosos, apropiados para el confinamiento. Leí a Pérez Reverte, Fernández Díaz, Ceferino Reato, Pablo Gerchunoff. Harari, Emmanuel Carrere y el más clásico Giorgio Bassani.
En su último libro, la historiadora explora desde la política, lo social, lo cultural y lo económico el devenir del golpe de estado de 1943 en cuyo seno se gestó el movimiento político liderado por el general Juan Domingo Perón. (Sudamericana, Buenos Aires, 2019)
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