Entrevistamos a la reconocida autora chilena que recientemente acaba de publicar El hombre del cartel.
El mundo nos presenta, todo el tiempo, cuestiones que no podemos comprender. A veces, somos como niños ante la realidad en la que estamos inmersos. Por esta misma razón, que un niño protagonice una narración es un recurso literario que, bien desarrollado, resulta de lo más efectivo. María José Ferrada lo sabe.
Nacida en Temuco (Chile), en 1977, es periodista y escritora, con un master en Estudios de Asia y el Pacífico por la Universidad de Barcelona.
Multipremiada, se especializó en el fomento lector y elaboración de libros para niños con necesidades especiales. Y fue justamente la literatura infantil la que la vio dar sus primeros pasos en el mundo de la literatura.
Con más de 38 publicaciones para público infantil y juvenil, recientemente decidió dar un vuelco y aventurarse en obras para otro publico. Tal el caso de su última novela. Pero no abandona del todo la noción de lo que pueden aportar las miradas de los niños.
ULRICA: Empezaste tu carrera escribiendo libros para un público infantil y juvenil. ¿Por qué decidiste enfocarte en esos lectores?
MARÍA JOSÉ FERRADA: Siempre me gustó escribir y cuando tenía quince años nació mi único hermano, así que empecé a escribir cuentos y poemas para él. Me gustó ese registro, por la libertad que me daba y por sus lectores, claro. Sigo admirando la forma en la que los niños intentan descifrar el mundo y creo que ese es mi principal motor para escribir, intentar mantener ese diálogo, que me sigue interesando mucho.
U: Con El hombre del cartel incursionas en una literatura llamada para «adultos». Algo que ya hiciste con Kramp (2017). ¿A qué se debe ese cambio? ¿Te resultó complejo explorar esta otra faceta?
MJF: El cambio se debe a que quería escribir una novela sobre la desaparición del oficio de mi padre. Él era vendedor viajero y digamos que su gremio no era políticamente el más correcto. Eran negociantes, fumadores, buenos para el trago. Escribí las primeras páginas y supe que no era una historia interesante para los niños. El impedimento me abrió una puerta, porque seguía queriendo contar la historia. Decidí que escribiría una novela para el público que fuera, que la escribiría y después pensaría en quien podría leerla. Kramp nació así y la dificultad tuvo que ver con que estaba acostumbrada a escribir muy corto. Con una novela debes tener paciencia, pero una vez que sabes que necesitas esa paciencia ya es más fácil. Al final me quedó gustando el formato, por eso seguí con El hombre del cartel.
U: Es interesante que tus dos novelas para lectores adultos elegís contarlas desde el punto de vista de niños. ¿Por qué escogiste esa mirada infantil? ¿Qué creés que aporta de diferente?
MJF: Es una mirada más libre y más directa. Los niños no intentan ser simpáticos o si lo hacen su intención es muy evidente. Eso permite crear buenos espejos del mundo adulto. También hay información que el lector maneja, contexto y ese tipo de cosas, que el narrador, por ser niño, no conoce. Es el lector el que debe ir completando los agujeros que hay en el texto. Me gusta ir escribiendo pero a la vez ir construyendo esos espacios vacíos.
U: La construcción de los personajes y el retrato de los sectores populares nos pareció muy lograda, y no caés en los típicos clichés que suelen esgrimirse sobre los ricos y los pobres. ¿Cómo trabajaste estos aspectos de la historia para evitar los lugares comunes
MJF: Observando creo. No creo que ser pobre o rico garantice que vayas a ser mejor persona o una persona más sensible a la belleza, por ejemplo. Todos somos sensibles a la belleza. A todos nos gusta reírnos. Todos nos enamoramos. Cómo te enamoras o cómo te ríes en un lugar en el que pareces tener muchas cosas en contra es más interesante para mí porque debo construir personajes que se deben buscar la vida, de manera casi literal. Es fácil observar el dinamismo de la vida en un paisaje de campo, por ejemplo, pero en un supermercado ya no es tan fácil. Pero los personajes necesitan encontrar esa belleza –porque la novela funciona como extensión de la vida– realmente lo necesitan entonces debes hacerlos mirar no una sino diez veces. Y ahí pueden encontrar algo que tal vez no sea tan obvio.
U: Ramón, el hombre del cartel, tiene algo de delirante, de «loco lindo», en su marginalidad. Nos recuerda a un José Arcadio Buendía. Vos lo describiste como un estilista contradictorio. ¿Por qué?
MJF: Porque Ramón sube a un cartel de Coca Cola. Y yo asocio la Coca Cola con el neoliberalismo. No quiero decir con eso que no la tome, creo que el neoliberalismo es algo un poco más complejo. Como me decía un amigo: respiramos neoliberalismo, no es algo que desarmes con dejar de tomar Coca Cola o escribiendo sobre lo mucho que lo odias en redes sociales. Ojalá funcionara así, pero me parece que no y que, por el contrario, el neoliberalismo muchas veces se alimenta de nuestra ingenuidad. Pero volviendo al personaje. Ramón es de hacer un corte más radical. No va a discutir sobre la Coca Cola, no tiene tiempo para eso, porque necesita recuperar su sentido. Es algo de vida o muerte. Mencioné a los estilitas porque eran unos monjes que buscaban ese sentido meditando sobre una columna. A veces continuaban con su meditación hasta que morían ahí. Ramón hace algo parecido, pero desde su cartel de Coca Cola.
U: Como tu novela trata sobre las personas sin hogar, sobre los marginados, hemos leído que varias veces te han preguntado sobre tu experiencia personal para construir la historia. ¿Pero creés que es realmente necesario, para un escritor, tener una experiencia de primera mano para aproximarse a alguna realidad?
MJF: Creo que la experiencia juga a favor. Pero también imagino que puedes escribir una buena historia narrada por un hombre, siendo mujer. La ficción te permite hablar con la voz de otro, diría que eso es lo que la diferencia del testimonio.
U: Para terminar, una pregunta que nos gusta hacerle a los escritores: ¿Qué libros tiene María José Ferrada en su mesita de luz?
MJF: Estoy terminando de leer Yo voy, tú vas, él va, de Jenny Erpenbeck. Es una novela que retrata muy bien el doble estándar de los países que reciben a los migrantes. Te doy la bienvenida pero debes conseguir un cerro de papeles que seguramente no podrás conseguir, peor aún: sé de antemano que no los conseguirás, pero igualmente te doy la bienvenida y te digo que lo intentes. La crueldad de ese frío conjunto de engranajes llamado burocracia. Es un libro bien duro. Pero si miras la frontera norte de Chile por donde los migrantes atraviesan el desierto caminando o la frontera de Alemania con Polonia, donde cientos de iraquíes siguen acampando, a pesar de la nieve, te das cuenta de que la literatura, aunque sea buena –me está gustando mucho el libro– siempre se queda corta.
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