Por Washington Atencio
Llevamos horas
desenterrando
caracoles
el agua cubre
de arena los pies
las manos
arrasa mansamente
el juego nos pone
coloradas las rodillas
puede la tierra ser cruel
un caracol es el mar
y su jaula
esta tarde
las nubes parecen antorchas
no hay casa
cáscara
que nos contenga
Conocer y nombrar no se equilibran
entré al bosque y olvidé
una palabra
supe de la luz
caída
por los dedos, del susurro
masticado entre las ramas
supe del mareo
del abrazo
seco y silencioso
de lo fácil que es perderse
en la lengua
en las hojas.
Las paramecias son seres de una célula
se parecen a una huella necesitan
poca cosa: boca cilios aleteo
un ritmo que atraiga el alimento
nadan chocan se tientan con pestañas
se aprietan de repente
aplican el cuerpo contra el cuerpo
en un abrazo que no llaman beso
aunque estén boca sobre boca
difuman la membrana que limita
la que dice esto es tuyo esto es mío
destruyen parte de sus cuerpos para unirse
y así abiertas la una a la otra
en puente de sustancia
se susurran el hambre.
Hace semanas
meses que no
llueve
los helechos se aferran a una
idea de agua que no
termina de caer
dedos minúsculos
sostienen la pared
aún tibia
diecisiete lengüetazos da el perro
no necesito contarlos
cómo saber la sed
cómo entregarse
siempre hay un punto débil en todo
orilla hojaldrada donde
se empieza a morder
sin miedo
humedad
viento lila
olor a té de manzanilla
un último canto
lorerío
higueras lejanas
el lento
dorarse de las cosas.
(Entre Ríos - Argentina) Nació en 1986. Es profesor de Lengua y Literatura. Reside en Paraná y da clases en los niveles secundario, terciario y universitario. Publicó Una hoguera de jazmines (Camalote, 2019) y fue parte de la colección Tres Poemas (Ediciones Arroyo, 2020). Algunos de sus textos recibieron premios y menciones. Gestiona la librería Jacarandá y coorganiza el ciclo de poesía Río Abajo. En febrero de 2020 publicó Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva).
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