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Agustina Bazterrica, otra forma de distopía.

La esperada nueva novela de la autora por fin ha llegado a librerías y no se priva de narrar con belleza los oscuros recovecos de la humanidad. En exclusiva conversamos sobre literatura, Saer, feminismo y la capacidad distópica de los seres humanos.


PH. Denise Giovaneli

ULRICA: En la presentación de Las indignas en las oficinas de Penguin nos contaste cómo surgió la idea de esta novela. ¿Querés contarlo para nuestros lectores?

AGUSTINA BAZTERRICA: El germen de la novela surgió en 2018 cuando viajé a la Feria del Libro de Cusco y fui al Monasterio de Santa Catalina donde tienen un patrimonio de arte cusqueño que me interesa porque lo estudié en la universidad. Me impresionó que el monasterio estaba ambientado como si las monjas siguieran viviendo ahí. Recuerdo entrar a una sala y sentir un escalofrío porque pensé que había una monja rezando hasta que me di cuenta de que era un maniquí. Cuando volví al hotel se me cruzó la idea de escribir algo sobre un monasterio y mezclarlo con la etapa en el colegio de monjas alemanas. Se pregonaba el amor al prójimo, pero la realidad que yo viví ahí fue muy distinta. La estructura ideológica era opresiva, de disciplinamiento y obediencia, siempre estabas vigilada por un Dios vengativo, por tus compañeras, profesoras o monjas. Por decreto eras indigna porque siempre podía cometer un pecado. Aunque finalmente escribí sobre una secta en un mundo devastado, la base es mi experiencia.

U: Sabemos que sos una autora que trabaja mucho con diferentes fuentes a la hora de escribir. ¿Qué textos dialogan con Las indignas?

AB: Releí partes de la biblia, que estudié en la facultad y me dio el tono solemne de algunas partes. Sin dudas mi libro dialoga con «El cuento de la criada» de Margaret Atwood, aunque me cuidé de pensar ciertos personajes o detalles desde otro lugar. Otro libro que, si bien lo leí cuando ya la había terminado, me sirvió para agregar detalles en la corrección fue «Los demonios del convento» de Fernando Benitez donde se habla de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz en un convento. También fueron fundamentales los ensayos y artículos de Silvia Federici «Calibán y la bruja» y «Brujas, caza de brujas y mujeres» porque Federici reflexiona sobre el disciplinamiento impuesto a las mujeres, sobre todo con la quema de «brujas». Otro libro clave fue «Primavera silenciosa» de Rachel Carson que habla sobre los peligros de los pesticidas y lo publicó en 1962.


U: En tu ficción el ser humano parece ser capaz de crear cualquier distopía. ¿Creés que es así en la realidad?

AB: Absolutamente. Las personas que viven de comer basura están viviendo su distopía. Lo mismo que las mujeres que están en cautiverio, drogadas en burdeles clandestinos donde las violan todos los días de su vida. Lo mismo que cualquier mujer acosada por un hombre al que denuncia infinidad de veces y que, en muchos casos, la termina matando. Lo mismo que las personas que viven en países en guerra o donde se mueren de hambre.


U: En tus dos novelas (Cadáver exquisito y Las indignas) el cuerpo de las mujeres es sometido hasta los extremos más impensados. Y en el caso de Las indignas, ese sometimiento es incluso espiritual. Pero en ambas historias hay mujeres que colaboran para someter a otras. ¿Existe un «machismo cómplice» en algunas mujeres?

AB: Lo dijo Simone de Beauvoir: «El opresor no sería tan fuerte sino tuviera cómplices entre los propios oprimidos». Todos somos machistas porque nacimos en el patriarcado. Después hay personas (no importa el género) que se deconstruyen y construyen para tener una mirada de mayor equidad. Pero está lleno de mujeres que dicen que el feminismo no las representa, como si fuésemos una agencia de marketing. No tenemos que representarlas, pero ellas están viviendo los beneficios que consiguieron las distintas olas feministas, ellas pueden estudiar, votar, manejar su dinero, ser médicas o viajar al espacio y también pueden dedicarse a educar a sus hijos. El problema es que antes, solo podíamos hacer esto último. Por eso me parece importante seguir pensando sobre lo que es el patriarcado, para poder trascenderlo cada vez más y para que aunque seas una persona con privilegios, luches día a día por los que no los tienen.


U: ¿Cómo es la búsqueda de la belleza aún en lo macabro y lo terrorífico, que encontramos en tu narrativa?

AB: Cada libro, cada cuento me pide un registro diferente. En Cadáver exquisito el registro era acético, quirúrgico, con frases cortas como golpes. En Las indignas la narradora escribe y es una enamorada de la palabra porque su madre le inculcó el amor a los libros, por eso narra el horror con frases poéticas. Trabajé con recursos poéticos (porque leo mucha poesía) y eso genera una cadencia, un ritmo, una música propia del libro. Hubo lectores que me dijeron que sintieron placer en la lectura aunque estaban leyendo cosas horribles.


U: Hay mucho trabajo desde la palabra. Y sabemos que sos una gran lectora de Juan José Saer. ¿Hasta qué punto lo sentís como una influencia?

AB:En mi casa tengo un pequeño altar con los libros de Saer. Hay flores y un corazón sobre toda su obra. Es el escritor más importante para mí. En mis redes, en la descripción me defino como «Miembro de la Secta JJ Saer». No sé si queda clara la influencia… Con la obra de Saer me pasa que me genera una profunda reflexión sobre el concepto de realidad, el tiempo, el lenguaje y, al mismo tiempo, tengo sensaciones físicas, veo lo que me narra, sus personajes forman parte de mi vida, conozco más a Tomatis o a Leto que a algunos de mis parientes. Saer es un escritor que me enseña y lo hará siempre porque cuando termine de leer todos sus libros, los releeré, porque son mi Biblia personal.


U: Para terminar, la pregunta que ya es clásica de nuestras entrevistas: ¿qué libros tenés en la mesita de luz?

AB: Un montón. Algunos los estoy leyendo, otros están próximos en la lista (por eso están en la mesa de luz) y otros están en la Tablet. En la Tablet tengo novelas inéditas que estoy leyendo para un concurso del cual soy jurado. Después estoy leyendo muy de a poco «Entre el cielo y la tierra. Los cinco elementos de la medicina china» de Harriet Bienfield y Efrem Korngold, «Desierto sonoro» de Valeria Luiselli (que lo estamos leyendo en los talleres), «La morada imposible» poesía de Susana Thénon, «Nadie nada nunca» de Saer. Y tengo para seguir «Historia de una hora y otros cuentos» de Kate Chopin y «Antes que anochezca» de Reinaldo Arenas.


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