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Una ruptura fiel

Por Lucía Osorio




En 1959, Raymond Quenau publica un libro titulado Zazie en el metro. Más tarde, en 1960 el mismo autor funda junto con otros escritores contemporáneos la escuela Oulipo, un grupo de experimentación literaria formado principalmente por escritores y matemáticos de habla francesa, que proponían utilizar conceptos de las matemáticas para aplicarse sobre el material propio de la literatura: las palabras. Y en este proceso iban encontrando las posibilidades de la lengua.

Lo que Quenau hace en esta breve y excéntrica historia es presentar muchas de esas posibilidades literarias que luego se conjugan y se consolidan en todos los textos originados desde Oulipo, como si fuera una suerte de manifiesto estético.

En esta novela, Zazie llega a París en tren con su madre, urgida por encontrarse con algún amante suyo. Quien la recibe en el andén de la estación es su tío Gabriel, un parisino de clase media, amante de la música y la performance. Zazie ama viajar en metro (subte), pero da la casualidad que el mismísimo día de su arribo se desarrolla una huelga en los subterráneos parisinos. Así comienza la aventura de Zazie. Con una ilusión venida abajo, y el aburrimiento que la obligan a buscar otras distracciones. Todo lo que sucede a partir de aquí pertenece al terreno del sin sentido. Pareciera que en esta París no hay verosimilitud. Cada acción se escala en la siguiente hasta llegar a un punto barrocamente ridículo. Pero lo más disruptivo del libro no es la sucesión de hechos descabellados, sino la complejidad del lenguaje.

¡Americanófilo —exclama Gabriel—, usás palabras de las que desconocés el sentido. ¡Americanófilo! Como si eso le fuera a impedir a uno lavar su ropa sucia en familia. Marceline y yo no solamente somos americanófilos, sino que además de eso, cabeza de alfiler, y al mismo tiempo, me oís, cabeza de alfiler, AL MISMO TIEMPO, somos lavadófilos. Ahí tenés, con eso quedaste chato, ¿eh? (pausa), cabeza de alfiler.

Al año siguiente de la publicación de la novela Louis Malle estrena la adaptación de esta novela.

El gran desafío de una adaptación como esta es dar lugar a la gran experimentación literaria que hay en sus páginas, encontrar equivalentes visuales y cinematográficos a los chistes lingüísticos. Esta película logra con creces (incluso por momento con mayor eficacia) las rupturas formales que proponia Queneau. Respeta la ironía, la acidez, la picardía original y por momentos duplica la apuesta del humor. Aprovecha todos los recursos del montaje cinematográfico a su favor - en más de una ocasión se reproducen metáforas visuales que son perfectos reflejos del humor de Queneau, como el momento en el que dentro de un automóvil atraviesan el mismo punto de la ciudad en un loop infinito, pero los personajes no parecen ser conscientes de eso - y desafiando los límites del lenguaje visual, Malle configura una película icónica para la historia del cine. Dato relevante: si viste y amaste Amélie, quizás amerite que vuelvas a verla luego de ver Zazie, y puedas detectar algunos homenajes.

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