Por Lucía Osorio
Edición aniversario - Especial Jorge Luis Borges
En una entrevista con George Charbonnier, Borges dijo: «hay un cuento, Hombre de la Esquina Rosada, que escribí voluntariamente como una serie de imágenes. En ese tiempo admiraba mucho a un director que ahora se ha olvidado, Josef von Sternberg. Hizo películas que se llamaron Underworld, The Docks of New York (Los muelles de Nueva York, 1928), The Dragnet. Eran muy buenas, sorprendentes, y quise escribir mi historia a su manera. Antes que nada, visual. En el momento que Sternberg alcanzó la cima del cine llegó el cine sonoro. Hubo que volver a empezar, se hicieron óperas para ser oídas y se lo olvidó».
Borges habla de Sternberg como musa inspiradora para escribir uno de sus primeros cuentos, publicado en 1927. Cuarenta años después, en esta entrevista, sigue hablando de un tipo de cine mudo, aquel que alguna vez supo ser el motor para su pulso narrativo, con atributos y formas que lo hacen superior al cine sonoro. «Antes que nada, visual», dice Borges, que admiraba un tipo de cine predominantemente clásico. Durante la década de 1920, el lenguaje del cine (mudo) como arte narrativo ya tiene sus reglas claras: invisibilizar el proceso artificial del montaje - eso de cortar la realidad en pedacitos y unirlos con plasticola - construir una historia estructurada en tres actos y volver al espectador un testigo pasivo del aparente realismo representado. Lo curioso es que Borges amaba ese cine porque amaba «lo visual», y descartaba el sonido como recurso. Sin embargo, en su cuento Hombre de la esquina rosada, producto de la inspiración «visual» que Stemberg le brindaba, hay una clara exacerbación de oralidad. No es de extrañar que viniendo de la poesía Borges impregnara el cuento de sonidos. Lo extraño es que deplorara al cine sonoro.
Lo que dice sí es cierto: algo sucedió en el cine con la llegada del sonido en 1928. La aparición de esta innovación técnica descuidó algunas cuestiones del lenguaje cinematográfico, poniendo como prioridad al diálogo por sobre la imagen. El cine - clásico - perdió, en algún sentido, misterio. Lo que contradice a Borges, entonces, no es lo que dice sobre el cine y la imagen, sino la fecha en la que hace esta conjetura. La entrevista citada es de 1967, época en la que el lenguaje del cine ya había explorado con muchas idas y vueltas las posibilidades del sonido como forma a la par de la imagen. ¿Hay algo más perturbador que el sonido de una puerta abriéndose fuera de cuadro?
«Me aterroricé con Psicosis. La vi tres o cuatro veces y sabía cuál era el momento justo en el que debía cerrar los ojos para no ver a la madre».
Pensemos la escena de la ducha en Psicosis sin sonido. Imposible. El mismo Borges admite haber tenido que taparse los ojos para verla, es decir, anular la imagen. Se intimida por «lo visual», cuando en realidad lo que lo obliga a cerrar los ojos, es el sonido. Si lo que inspiró a Borges fue el cine de Sternberg, no fue porque la película fuera muda, sino porque el sonido ya estaba incorporado a la imagen, aún cuando fuera muda. Porque lo que admiraba Borges no era «lo visual», era La Imagen, en donde ya viene incorporado el sonido, que como tal es un recurso que no tiene que ver necesariamente con la sonoridad. El sonido puede ser evocado por una imagen o por una palabra, así como lo hizo Borges en su cuento, y como lo hacía Sternberg en sus películas. Cuando el cine comprendió esta cuestión, el sonido dejó de ser un complemento técnico de la imagen, para pasar a ser parte de ella, motor narrativo.
Quizás fue eso lo que a Borges en realidad le fascinó: la posibilidad de evocar el sonido a través de la imagen. Tal es así que, casi veinte años después de aquella entrevista de 1967, en otra publicación para Indiana University Press, Borges responde a la pregunta de Cavett acerca de si todavía iba al cine:
«Sí, pero solo puedo oír las voces».
La imagen, en sus últimos años, le queda anulada involuntariamente. Sin embargo, esta vez, logra evocar lo que se observa en la pantalla gracias al sonido. A la inversa de lo que supo afirmar en los años ‘60, música, diálogos y efectos sonoros complementan un amasijo sobre el cual se configura la imagen. En sus inicios como narrador comienza a escribir los primeros cuentos influido por su gran admiración hacia la imagen como motor narrativo sin darse cuenta de que lo que admiraba no era sólo «lo visual», sino la potencia de la imagen como fuente de evocación de sensaciones. Y así termina sus días como espectador de cine gracias al uso cinematográfico del sonido, que le permite ver al oír. De algún modo, vuelve a la poesía, escuchando películas.
Ilustra Mirabella Stoor @mirabellastoor
Recomendación:
Borges y el cine, Conversaciones en el laberinto:
Entrevistas citadas:
El Escritor y su Obra, entrevistas de George Charbonnier, Siglo XXI, México 1967.
Borges at Eighty, Coversations, Willis Barnstone. Bloomington. Indiana University Press, 1982.
Directora, guionista y productora de cine. Egresada y docente de la Universidad del Cine de Buenos Aires. Su documental, Nuestra Novela Nocturna (2018) formó parte de la Competencia Internacional del 6º FIDBA. Fundadora de la productora Amunet Cine. Trabajó en el área de producción de Polka, Disney Channel y LN+. Directora audiovisual del ciclo Enredadera: teatro y literatura. Coordinadora de la multiplataforma digital @bibliotacora y el podcast Inadaptadas.
댓글