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Arrival

Por Lucía Osorio






La tarea de la traducción es imposible. No en el más práctico o cotidiano de los sentidos, sino en el más literal. Traducir es «decir de otra forma, lo mismo», siendo «igual» el antónimo de «distinto». Si tuviéramos que explicarle a un extraterrestre lo que significa traducir - la fórmula más efectiva para explicar las cosas cuando queremos ir a su esencia más básica y más profunda - qué difícil sería justificar la contradicción. Arrival (2016)es una película dirigida por Denis Villeneuve, basada en el relato La historia de tu vida (Story of Your Life) de Ted Chiang. En esta historia doce naves alienígenas llegan a la Tierra, situándose en diversos puntos del planeta. Sin embargo, lo que podría suponer una invasión o una guerra interplanetaria, se suspende en una espera sospechosa. Y así, cuando no hay armas, cuando no hay persecuciones ni destrucciones apocalípticas, aparece la necesidad de comunicación.

La experta en lingüística Louise Banks es la protagonista que intentará descifrar y traducir el mensaje que los extraterrestres quieren transmitir a la humanidad.

La épica en esta película no requerirá de ninguna travesía o empresa titánica para existir. Serán suficientes un lápiz y un papel. A partir de un conjunto de símbolos complejos, Louise intentará encontrar los patrones de la lengua que pretenden descifrar y llegar así a la respuesta a la cuestión que inquieta a los gobiernos: ¿para qué vinieron a la tierra estos seres de ocho patas?

Si bien los condimentos de la ciencia ficción sazonan con mucha predominancia toda la receta de la película, el ingrediente principal es el conflicto dramático anclado a la maternidad. La pregunta que subyace a toda la trama, la que está debajo de la más obvia - esa acerca del motivo que trajo a los extraterrestres - es: ¿cuál es el límite del amor hacia un hijo?

En Arrival se conectan todas las aristas necesarias para una ciencia ficción. Naves espaciales, extraterrestres atemorizantes, fórmulas matemáticas, científicos apasionados, protocolos infinitos, juegos temporales. Lo curioso es que, a pesar de todos estos ornamentos, el conflicto más superficial se resuelve (no podía ser de otra manera) con la palabra; y el más profundo y subterráneo de los dilemas, con el silencio. El resultado es una historia de extraterrestres en donde la heroína es una lingüista. Una película que camina en la cuerda floja que delimita la frontera entre los géneros grandilocuentes y las estéticas de lo mínimo, con un equilibrio casi perfecto, casi imperceptible. Porque lo hace con la certeza de que la caída, aún vertiginosa, será en las extensiones de un terreno que no sabe de distinciones de género: el de la narración, el de las historias.

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