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  • Foto del escritorUlrica Revista

Propósito

A modo de editorial


Año II - N°15 - Septiembre 2021

Muchas veces nos apresuramos a calificar. Las etiquetas de «bueno» y «malo» se barajan de aquí para allá. ¿Pero qué hace que un libro sea bueno o malo? Ciertamente no vamos a responder a esa interrogante en estos breves párrafos.

Partiendo de la premisa de que existen libros malos o escritores malos (los hay, lo sabemos), podríamos preguntarnos si no cumplen una función en nuestras vidas. No siempre la literatura debe responder a las más encumbradas aspiraciones del espíritu. Imaginar un mundo limitado a la lectura de Proust, Tolstoi o Kant sería pasmosamente aburrido. Así como consumimos películas calificadas de «pochocleras» porque nos divierten o entretienen, también leemos libros cuyo único fin es pasar el rato. ¡Y qué bien que hace a la mente desconectar de las pesadeces de la vida cotidiana!

En nuestras bibliotecas se deben resguardar libros que a más de uno le provocaría cierto pudor recomendar o que serían recibidos con ceño fruncido por otros lectores. Pero, no viene mal recordarlo, existen géneros tenidos a menos y que, sin embargo, han dado al mundo grandes luminarias de las letras. Pero no todos los escritores pueden ser sor Juana o Goethe y no todos los libros serán bisagra de la tradición literaria local o universal. Existieron, existen y existirán textos y autores que no llegarán a ser, ni siquiera, una notal al pie de la historia de la literatura. Pero tal vez cumplieron con su propósito secreto, misterioso hasta para su propio autor, que tal vez albergaba la absurda esperanza de la gloria, de ser los libros que nos sacaron una risa olvidable o que amenizar el viaje en transporte público. Tal vez los libros olvidables sean tan necesarios para aligerar y enriquecer nuestra vida como los clásicos.

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