Este mes te traemos una charla con el escritor argentino, autor de La misa de los suicidas. Una novela de terror que está cosechando adeptos y críticas de lo más elogiosas.
Nacido en la zona sur del conurbano bonaerense, más específicamente en Lanús, en 1978, Pablo Forcinito pertenece a la nueva camada de escritores argentinos que irrumpieron en el panorama literario de los últimos años. Pero este escritor apuesta fuerte y no se queda anclado en las tendencias.
En su más reciente novela decide construir una historia sobre la lucha entre el Bien y el Mal. Acaso la más antigua de las cuestiones humanas y literarias. Pero ya desde la elección del protagonista de La misa de los suicidas podemos ver que Forcinito se decanta hacia una originalidad propia. Y con la lectura de la novela podemos apreciar que en él se sintetiza la tradición y lo moderno. Lugones, Lovecraft y Stephen King conviven en su estilo y en su imaginación.
Con un habla argentina, un entorno criollo y personajes reconocibles, el terror se nos presenta, sin eufemismos, como una realidad sobrenatural y humana.
ULRICA: El terror tiene una larga tradición en nuestra literatura nacional, especialmente a través del cuento. Pensamos en Lugones, principalmente, cuando leímos «La misa de los suicidas». Algo en lo rural o en los pueblos pequeños parece llamar a lo sobrenatural y eso se manifiesta muy bien en la novela. ¿Cómo influyó ese espacio, que podríamos reconocerlo como del interior del país, en la construcción de la historia?
PABLO FORCINITO: Influyó de manera muy directa. El episodio central de la novela sucede en una ciénaga, entre cañaverales, y ese entorno agreste se sostiene a la largo de la historia. En términos literarios, los ambientes rurales —o semirurales como en la caso del pueblo de Reyes, que es donde transcurre La misa de los suicidas— parecieran ser uno de esos espacios donde todavía es posible conectar con ese elemento atávico, de base sobrenatural, y que desde el fondo de la tierra, con paciencia de araña, espera a sus próximas víctimas para caerles de lleno con todas sus potencias desatadas. Ese tipo de pueblos son, a su vez, un tópico en la literatura de terror. Entre los tantos ejemplos que hay podemos citar a Dunwich, de Lovecraft; o a Snowfield, de Dean Koontz. Lo que notaron en relación a Lugones es muy acertado, ya que uno de los episodios de mi novela está inspirado en un cuento suyo, «El escuerzo» que pertenece a Las fuerza extrañas. Otro cuento que me resultó muy inspirador es el «El hombre del traje negro», de Stephen King, en el que un joven se encuentra con el Diablo a orillas del río.
U: Ese terror cristiano que caracteriza la novela tiene un gancho especial para el lector. Hay algo en lo demoníaco que es casi innato al género y nos genera curiosidad y atracción. Que la historia esté narrada por el sacerdote del pueblo presupone un punto de interés extra. ¿Cuál fue el efecto que buscaste con esa elección del narrador?
PF: Que el narrador y protagonista sea un sacerdote, en cierta manera, me fue impuesto por la dinámica propia del que terminaría siendo el episodio central de la novela. Digo «el que terminaría siendo» porque si bien fue lo primero que escribí de la historia, al reestructurar la trama, ese episodio acabaría por constituirse como el cuarto capítulo del libro. A sus trece años, Gabriel, el narrador y protagonista, participa de un hecho que marca un antes y un después en su vida. Dicho suceso incluye un encuentro con el Diablo, y es a partir de ese evento que, años más tarde, el narrador decide tomar los hábitos. Hay un concepto que me interesó explorar: la reversibilidad del símbolo. Es sabido que en latín el término res significa «cosa» y que en catalán res significa «nada». Un mismo símbolo para definir dos opuestos. En la Divina Comedia, Dante describe el infierno —el símbolo en este caso— como un sitio helado, carente de calor, porque teológicamente la ausencia es el gran atributo de Mal. Aquí de nuevo la reversibilidad del símbolo: según la versión bíblica, el calor extremo es un atributo del infierno, pero Dante hace que esa particularidad sea el frío. Como sea, el hielo quema tanto como el fuego. En el caso de La misa…, la conversión del protagonista también está marcada por el principio de reversibilidad. No es Dios quien lo convierte, sino el Diablo. Es decir, también el Diablo puede llevar a un individuo hacia la ordenación sacerdotal cristiana. Fue ese el efecto que busqué con la elección de un sacerdote como narrador, sostener la historia con la voz de un protagonista atravesado por esa tensión entre el Bien y el Mal en tanto absolutos.
U: Mucho de lo impactante de la novela radica en lo no dicho, en la parte del iceberg que se encuentra sumergido, en términos de Hemingway. Ahí los lectores cobramos protagonismo. ¿Qué tanto de lo subjetivo influye en el terror como género?
PF: El aporte que el lector hace desde su subjetividad es intrínseco al hecho literario en sí, más allá de cualquier género. Esa subjetividad puede resultar expansiva o limitante al momento de abordar el texto. Acá ya entra en juego si se ha establecido o no un pacto de lectura, el bagaje cultural del lector, sus prejuicios, incluso hasta su estado de ánimo. En el caso del terror, por tratarse de un género de base teológica, intuyo que la subjetividad del lector entra en sintonía con la subjetividad del que escribe. Tanto el uno como el otro se exponen al misterio. Cuando menciono esto de la base teológica del género, lo hago en el sentido de que en términos ficcionales el terror siempre plantea la presencia de un más allá, de un arcano que da sustento a nuestro orden natural. Y no me refiero solo al terror fantástico, que necesita del elemento sobrenatural para ser posible, sino también el llamado terror psicológico. Veamos el caso de la película Henry, de John McNaughton. El film pareciera estar desprovisto de elementos sobrenaturales, por lo menos a simple. La podríamos enmarcar dentro del llamado terror psicológico, sin embargo, como espectador, yo me pregunto qué tipo fuerza activa la pulsión criminal de Henry Lee Lucas, qué lo impulsa a someter a sus víctimas al punto de la tortura y el asesinato. Ahí hay un misterio que todavía la ciencia ha podido develar, y como género, en términos ficcionales, el terror opera a partir de esos misterios. En el caso de Henry la pregunta sería: ¿Qué lleva a un sujeto a convertirse en asesino en serie?
U: Tu novela aborda uno de los grandes tópicos de la literatura: la lucha entre el Bien y el Mal. En lo personal, ¿crees en esta lucha como un evento que pueda darse en el plano sobrenatural o crees que es puramente alegórica?
PF: Estamos hablando de literatura, y esa lucha entre el Bien y el Mal solo puede representarse de manera alegórica. En este caso es el autor del texto el que gestiona, a partir de los personajes, la tensión de los opuestos absolutos a los que vos te referís. Y claro que aquí también empieza a jugar la subjetividad del lector, que hará sus propios aportes. Ahora, si vamos al plano puramente sobrenatural, en el caso del terror de base cristiana, uno tendría que suponer que si Dios es omnipotente, ya por este único atributo, no habría lugar para ninguna lucha entre el Bien y el Mal, porque a Dios nadie podría disputarle el poder. Otro caso bien distinto es cuando ese orden sobrenatural demoníaco irrumpe en el orden natural de los seres humanos. Ahí es cuando sucede la literatura de terror, y ahí es cuando vemos a los personajes llevándola como pueden.
U: Una de las cuestiones más discutidas por la modernidad, y que se mantiene hoy en día, es la dicotomía entre Fe y Razón. ¿Cómo puede la literatura explorar esa dicotomía sin ejercer un juicio dogmático sobre ellas?
PF: Es que la literatura no puede ejercer ningún juicio de tipo dogmático. Puede explorar la dicotomía, sí, asomarnos a un abismo como por ejemplo lo hizo Dostoyevski en Los hermanos Karamázov, novela que uno puede leer en clave de tratado de teología, pero así y todo, juicio dogmático, no ejerce ninguno.
U: El género de terror, muchas veces, es reducido a cuestiones efectistas relacionadas al miedo. Como a veces ocurre en el cine. Pero, ¿puede reducirse solo a eso? ¿Qué más nos puede brindar el género?
PF: Más allá de las grandes y conmocionantes historias que pueda brindarnos, creo que como género, el terror siempre está ahí para advertirnos que no nos creamos ni tan racionales ni tan superados, y que, enfrentados a los grandes misterios, todavía carecemos de las más básicas certezas, aunque la ciencia nos haya demostrado que no hay nada más inofensivo que un cadáver.
U: Nuestra pregunta ya clásica: ¿Qué libros tiene Pablo Forcinito en su mesita de luz?
PF: Miro la mesita de luz, veo sólo uno. Dame tu corazón (2017, Gatopardo ediciones), de Joyce Carol Oates.
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