Por Gisela Paggi
En la era digital que estamos viviendo parecería que, más que nunca, nuestras vidas se constituyen como una sucesión de fotografías. Nuestras imágenes y la de nuestra propia cotidianidad bien podrían ser la ventana por la cual elegimos mostrarnos al mundo. Pero a puertas cerradas de la exposición y tras su fachada, se erige un submundo silencioso y recóndito que nos pertenece a nosotros y a nuestras vergüenzas y culpas.
La teoría de la luz y la materia, es una antología de cuentos que Andrew Porter escribió casi como un susurro o como un secreto que debe ser reservado. Son las fotografías que jamás verán la luz de una serie de personajes simples en apariencia pero laberínticos en la soledad de sus mentes que son perseguidos por la culpa, por los deseos prohibidos, por los fantasmas del pasado y hasta por su propia humanidad. Las historias se construyen en un tiempo que parecería ser un simple segundo, lo que tarda un obturador en capturar una imagen y nada más. Como si fueran un tráiler de un relato mucho más complejo pero que queda vedado en un rincón con pudor y deshonra.
Las historias son mundanas, con una carga vasta de cotidianidad y, sin embargo, irrumpe en cada una un momento peculiar que rompe con el sosiego y nos coloca frente a la incertidumbre. Son historias de parejas solitarias que buscan la redención, de jóvenes que le escapan a la desamparo y a la frustración, de familias que luchan contra la orfandad. Son espacios de nostalgia, de búsqueda incansable, de silencios como bombas que explotan a la puerta de los hogares simples y donde nadie sale ileso. Los diálogos entre los personajes suenan como tiroteos en medio de la noche.
Quizás lo que más nos acerca a estos relatos es el estilo narrativo aparentemente simple de Porter. La carga emotiva y psicológica de estos cuentos no requiere de un armamento retórico. La simplicidad del lenguaje es de por sí el arma más letal porque coloca al lector frente a sus propias culpas y, de pronto, se encuentra escarbando en su propio pasado, vestido nuevamente con viejas vergüenzas, visitado por fantasmas de otros tiempos.
En una perfecta edición de China Editora y en una traducción cuidada de Caterina Gostisa, esta antología se presenta como un espectáculo único al que hay que asistir. Recolector de las tradiciones más clásicas del realismo moderno, cuyo máximo exponente bien podría ser Raymond Carver, Andrew Porter viene a sellar un estilo único sin repetir fórmulas acabadas, sino colocando su firma a la par en un género que, queda claro, aún tiene mucho para manifestar.
PORTER, Andrew: La teoría de la luz y la materia. China Editora. Buenos Aires, 2020. Traducción de Caterina.
Bonus track para dialogar:
De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver. Una antología de cuentos desopilantemente cotidianos y prosaicos donde el peso de la trama está en lo que no se dice. (Anagrama. Traducción de Jesús Zulaika Goicoechea).
Amor ciego, de V. S. Pritchett. Relatos construidos a partir de un realismo puro, envuelto en una sutil ironía, profundamente humano y de pequeñas rutinas que se van por la tangente. (La Bestia Equilátera. Traducción de Martín Schifino).
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