Por Gisela Paggi
Alexandr Pushkin escribió en uno de sus poemas: «Y seré por el pueblo querido en toda edad. Por despertar los buenos sentimientos dormidos. Porque en mi cruel siglo canté a la Libertad. Porque imploré clemencia por todos los caídos». En los pocos pero vertiginosos 37 años que vivió, se convirtió en el primer amor de Rusia por la literatura, allanó el camino para sus sucesores en lo que fue el Siglo de Oro de las letras rusas y convirtió su vida y su muerte en una leyenda donde el amor, las pasiones y los vicios se conjugan con el deseo de libertad de un pueblo largamente sometido. A eso le cantó Pushkin. El padre fundador de la literatura rusa. Y todas esas vertientes se ven convertirse en un río en una obra de su madurez: La hija del capitán. Una novela histórica (porque la concibió en 1836 como una ficcionalización de la Rebelión de Pugachov sucedida unos 60 años) donde el amor es puesto a prueba según los idearios del Romanticismo que el poeta admiró intensamente. Pero más que una historia de amor, vemos en ella el germen que ya se vislumbraba en una Rusia que se encaminaba, de forma irremediable, hacia el estallido de la Revolución Rusa. Tierra convulsionada, violenta, sanguinaria, que empieza a mostrar los signos del cansancio en su rostro ante el régimen zarista. Pushkin soñaba con transiciones pacifistas, limpias, que dejaran de sumar muertos en un pueblo asolado por la hambruna y las enfermedades producto de un despotismo que los colocaba casi en un feudalismo medieval.
Alexandr Pushkin representa el arquetipo del poeta romántico: su vida liberal e impetuosa, la profunda emotividad de su escritura, su compromiso ideológico y las trágicas condiciones de su muerte hacen que su figura se alce como la de un poeta paradigmático, casi una iconografía. Pero fue, ante todo, lector. Formado en las letras a temprana edad, revolucionó la literatura de su país con una osadía: escribir en lengua vernácula y no en francés, como se estilaba en la época. Con este aparentemente simple acto, Pushkin levantó las fronteras que existían entre el pueblo ruso y la literatura. En su obra reconocemos una profunda conciencia de clase que lo llevó a enfrentarse al poder zarista y sufrir las consecuencias. Fue encarcelado, perseguido y condenado al destierro. Con el estallido de La rebelión de los decembristas, cuyos insurgentes llevaban en sus manos los primeros poemas políticos del autor, su obra cayó bajo un estricto control y perdió la posibilidad de publicar libremente. Con la muerte de Alejandro I y el nuevo gobierno de Nicolas I, adquiere cierta protección y alcanza una fama inigualable. Acostumbrado a una vida de seducciones, juegos y peligros, Pushkin muere en un duelo confuso defendiendo el honor de una mujer: su esposa, Natalia Goncharova. Su muerte lo convirtió en una leyenda. Luego de una vida desordenada, aunque típica de los nobles jóvenes de la época, la obra del poeta es alzada como aquella de carácter cardinal en el desarrollo de las letras rusas.
La magia de Pushkin sucede en la conjugación que realiza de la prosa y la poesía. Ambas entran en contacto en toda su obra y permite un híbrido curioso que influirá profundamente en los grandes escritores posteriores de la literatura rusa. La experimentación y la búsqueda de nuevas formas que modernicen las letras, le dieron ese lugar indiscutido dentro de la historia de la literatura rusa, pero más allá también. Admirado en toda Europa por lo lírico de su lenguaje, Pushkin sembró escuela en quien lo leyera.
Toda su obra es variada y multifacética. Cultivador de innumerables géneros, Pushkin logró fascinar a un número variado de lectores y consiguió, en los temas que aborda, la empatía directa con el pueblo ruso. Pushkin habló del sufrimiento de las personas, solapó en sus textos una fuerte denuncia social e introdujo en la literatura el tema sobre la rebelión ante el sistema y las libertades individuales. Logró captar una gran totalidad de vertientes sobre la vida cultural rusa y eso lo transformó en un visionario que pudo ver más allá de los límites que la sociedad zarista había impuesto a su producción escrita. La hija del capitán oficia como un buen remate. Son los múltiples intereses del autor colocados en una novela. Su muerte prematura pareciera haber dejado un hueco en la historia de la literatura universal indiscutiblemente consagrada.
«No hay felicidad en este mundo, solo paz y libertad», y en ese verso parece resumir la totalidad de su pensamiento y de una obra numerosa e indispensable.
Esta novela ambientada en las profundidades rusas, fue publicada por entregas. Su primer capítulo apareció en el cuarto volumen de la revista literaria Contemporáneo (fundada por el autor), en 1836.
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