Acepta la invitación para recomendarnos un libro que vale la pena descubrir.
Por Gabriel Tripodi
Una de las cuestiones más interesantes que ofrece este libro es el acercamiento a dos de los autores rusos más importantes del siglo XIX y del XX. Título y nombre de la autora ya nos presentan a ambos: Mi Pushkin, de Marina Tsvietáieva. Mezcla de ensayo, diario y poesía, esta obra escrita durante los años treinta y publicada finalmente en 1937 es una reflexión autobiográfica de cómo la poeta —de las más notables de Rusia— conoció al gran fundador de la literatura moderna de aquel gigante euroasiático. La influencia enorme que produjo este autor decimonónico lo convirtió no solo en un clásico literario, sino también en alguien que se ganó la cotidianidad de la cultura rusa: infinidad de bibliotecas, teatros, calles y bares hoy llevan su nombre, lo que hace imposible viajar a Rusia y no encontrar su presencia por todas partes.
De este mismo modo, es cómo una pequeña Tsvietáieva descubrió a Aleksandr Pushkin, uno de sus maestros literatos. Y no fue por sus libros, sino mediante una escultura realizada con motivo de su centenario, por el artista Aleksandr Openkushin, erigida en Moscú en 1880 en el boulevard Tverskói (conocido como Plaza Pushkin). Así, la niña Tsvietáieva comenzó una historia de amor con la figura del escritor, pero también de deseo, duelo y pérdida.«Pushkin fue mi primer poeta, y a mi primer poeta - lo mataron», dice en los inicios de la obra, haciendo referencia al duelo que el autor de Evgueni Onieguin—uno de sus textos más celebrados— tuvo con el barón George Charles Heeckeren d'Anthès, cerca de San Petersburgo, y quien le dio muerte a sus 37 años.
A partir de ahí y desde la subjetividad de su infancia, Tsvietáieva narra las impresiones, emociones e ideas que surgieron de las visitas y observaciones que realizó de la estatua, la cual se transforma en un gran ícono significante. A su vez, tomando como medida fundamental la propia escultura, comienza una serie de lecciones que se irán complejizando con el tiempo y, ya más adelante, con el abordaje de los textos de Pushkin. En esa narración, no solo aparecen sus consideraciones más personales sobre el autor, sino también cierta construcción poética e identitaria de Tsvietáieva como escritora y mujer, en la que establece distintos contrapuntos entre la realidad y la poesía.
En ese sentido, Mi Pushkin es también una buena entrada a la obra de Marina Tsvietáieva en general, ya que permite atender su estilo y operaciones literarias en los que la forma está muy por encima del contenido, incluso cuando este no carece de interés o profundidad. La musicalidad de su escritura, el tratamiento de los significantes como núcleos del sentido, las metáforas, metonimias o hipálages —por nombrar solo algunas de sus figuras retóricas— invitan al lector a escudriñar, inquirir y saborear esa materia expresiva por la que se ha transitado. Son los lectores quienes deben formar parte del universo lírico de Marina Tsvietáieva para completarlo. Este libro, aunque complejo, es un muy buen comienzo para ello.
(Buenos Aires - Argentina). Es redactor y crítico de artes, especializado en literatura y teatro. Colabora en distintos medios gráficos nacionales y en el programa cultural Los 7 locos, de TV Pública.
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